Juan Manuel Rodríguez González-Cordero: La función de poner en pie las funciones
Promotor de cultos
Es el encargado de velar que en la hermandad, en su caso el Gran Poder, se mantenga todo el año la dimensión litúrgica y espiritual necesaria.
Entre sus funciones, un promotor de cultos se encarga de la designación de los predicadores y sacerdotes que celebren las funciones, la ordenación de las mismas, la instrucción básica de los acólitos y su formación en aspectos litúrgicos, velar por que todas las funciones y actos de culto, ordinarios o extraordinarios, se desarrollen con dignidad y conforme a las normas litúrgicas y pastorales de la Iglesia; preparar el calendario de cultos del año, vigilando que éstos se ajusten al calendario litúrgico y, en general, velar porque en la hermandad se cumpla y mantenga su dimensión litúrgica y espiritual. Una de las hermandades que mayor actividad cultual tiene es la del Gran Poder, y su promotor de cultos es Juan Manuel Rodríguez González-Cordero, quién ocupa este puesto desde que Enrique Esquivias es hermano mayor. Se encarga, de acuerdo con el director espiritual y el rector de la Basílica y en colaboración con el prioste, de organizar todos los cultos que se celebran en el templo durante todo el año: “tenemos un total de 26 funciones solemnes, además de la actividad de culto ordinario de la semana, como las seis misas de cada día, el Miserere de los viernes o la sabatina de la Virgen todos los sábados”.
En el Gran Poder la actividad cultual es un aspecto “primordialísimo” y dentro de ella a la Misa se le da una centralidad absoluta. “No hay que olvidar que la Eucaristía, como nos enseña el Catecismo, es la fuente y culmen de toda la vida cristiana, y que en sí misma contiene todo el bien espiritual de la Iglesia”. Lo que más le llena de satisfacción es ver a los fieles y devotos agolpados, viernes tras viernes, a los pies del Gran Poder, “llueva, ventee o haga 50 grados”. En este sentido, hace un llamamiento a todos, pero especialmente a la gente más joven, para que acuda a la hermandad, “donde se les recibirá con los brazos abiertos y donde encontrarán buenos motivos para integrarse en la vida de hermandad, dando un poco de contrapunto a la vida tan ajetreada que nos toca vivir”.
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