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Hablemos de la Madrugada

La problemática con los horarios e itinerarios de esta jornada ha centrado la actualidad cofradiera de las últimas semanas. Este periódico ha planteado a cuatro personas que han tenido una importante responsabilidad en el ámbito cofradiero, desde distintas esferas, su opinión sobre las claves del plan que el Consejo ha propuesto a las hermandades.

Juan Parejo, Sevilla

25 de octubre 2015 - 05:03

El Consejo de Cofradías se encuentra sumido en una de las crisis de credibilidad más importantes desde su creación. El pulso entre las cofradías de la Madrugada y la junta superior, principalmente los cargos generales, es mayúsculo. Tras el ridículo del año pasado, cuando se anunció a bombo y platillo una nueva Madrugada, que fue incluso sancionada por la autoridad eclesiástica en el Cabildo de Toma de Horas, se tuvo que dar marcha atrás por las enormes dudas que generaba en el Ayuntamiento. La credibilidad y la solvencia de la institución que representa a las hermandades quedaron en entredicho. El Consejo y las cofradías estaban en un una situación muy comprometida y nadie era capaz de reconducir una disputa que ponía de relevancia la falta de liderazgo. Pasada la Semana Santa se anunció la elaboración de un informe técnico que debía ofrecer las claves para el rediseño de la jornada. Este plan fue presentado a los hermanos mayores el pasado día 14 y no ha sido bien acogido por la mayoría, que lo consideran parcial y no equitativo en cuanto a esfuerzos y sacrificios.

Este periódico ha reunido a cuatro voces autorizadas para que aporten su visión de un asunto tan enquistado. Joaquín Moeckel, abogado y ex hermano mayor del Baratillo, es una de las personalidades más fuertes del universo cofradiero. No le tembló la mano al pleitear con el arzobispo por la imposición de las nazarenas. Joaquín de la Peña ha sido consejero durante 16 años, ocho de ellos como secretario, y conoce a la perfección el funcionamiento de la institución y la difícil relación con las hermandades. Jaime Bretón fue el delegado de Fiestas Mayores del Ayuntamiento que solucionó, junto con Manuel García, delegado de Seguridad, los problemas de orden en la Gavidia que afectaban al normal discurrir de las cofradías. Antonio Silva fue director de Fiestas Mayores con Gonzalo Crespo. Durante su gestión se reguló la participación de las autoridades en el Pregón, se incorporó la Banda Sinfónica Municipal a Fiestas Mayores y se regló y limitó el paseo de caballos de la Feria.

Joaquín Moeckel, abogado y ex hermano mayor del Baratillo

1- No conozco con detalle el "plan" previsto, pero una empresa privada ajena al ámbito cofradiero no debe hacer juicios de valor ni citar supuestas órdenes recibidas y/o acordadas (como ocurre con Hermandad del Calvario) con el que encarga dicho informe y plasmarlas en el mismo. Las medidas siempre deben ser equitativas y deben afectar a todas las hermandades o no afectar a ninguna. Se evitan así recelos.

2- El Ayuntamiento debe garantizar la seguridad en las setas y en cualquier lugar de la ciudad, no sólo en Semana Santa. Cuando alguien se fractura un hueso de la pierna, los médicos deben curar y no amputar. Esto es, los políticos deben garantizar la seguridad, no evitar un enclave concreto. Lo más fácil es "amputar", pero les "pagamos" para que adopten soluciones, no para que demuestren su fracaso al enfrentarse a los problemas.

3- La Semana Santa lleva siglos, el Consejo años. Trabajar varios meses es sólo un comienzo. Si las cosas se hacen bien y todos "pisoteamos el yo" estoy seguro de que se llegará a un entendimiento que, si bien no contentará a todas las hermandades por igual, sí podría ser aceptado. Recordemos siempre que, en el terreno de las ideas, vencer es convencer, jamás imponer. Eso es más bien en las guerras, pero aquí no.

Joaquín de la Peña, historiador y ex secretario del Consejo de Cofradías

1 - Entiendo que el Gran Poder se sienta dolido con la solución planteada, porque es absolutamente contraria a su reivindicación histórica de volver por el itinerario más corto. Se debería haber tenido en cuenta la especial sensibilidad de esta hermandad con el asunto y no ahondar en un problema que, de no abordarse seriamente, va a estar permanentemente encima de la mesa, convirtiendo por tanto la solución en transitoria.

2 - El Ayuntamiento es el último responsable de la seguridad ciudadana y debe garantizar el uso de los espacios públicos mediante la aplicación de las leyes vigentes. Las hermandades tienen el mismo derecho que cualquier otra asociación a usar esos espacios. Que las autoridades obliguen a evitar una plaza o una calle sólo pone de manifiesto el fracaso de un modelo de convivencia ciudadana, el fracaso de un sistema educativo que no es capaz de hacer comprender una manifestación religiosa-histórica-cultural como es la Semana Santa y el fracaso de una administración para garantizar la libertad de expresión de sus ciudadanos.

3 - La solución pasa por trabajar con "odres nuevos". El Consejo tiene la delegación expresa del Vicario General y la representatividad del conjunto de las hermandades y cofradías, por lo que debería estar legitimado para, a falta de consenso, dictar unos horarios e itinerarios que beneficien a la mayoría. No obstante, el consenso debe prevalecer a la imposición.

Jaime Bretón, abogado y delegado de Fiestas Mayores de 1992 a 1996

1 - Si hay hermandades que se ven afectadas un poco en alargar su recorrido -en un intervalo de 20 a 40 minutos- en favor de evitar ciertos cruces problemáticos y aglomeraciones peligrosas, se debería hacer el intento. No ocurre nada por estar en la calle un poco más, siempre con moderación y mesura. A la hora de hacer una salida extraordinaria no contamos ni el tiempo ni los metros. Todo es poco.

2 - El Ayuntamiento debe garantizar la seguridad, tanto de los nazarenos como del publico. En este caso, soy partidario de hacer caso a lo que dicen los técnicos y profesionales (Policía Nacional y Local). Si consideran que hay una zona que es muy conflictiva, y se puede evitar, hay que evitarla. No pasa nada por dar un rodeo que sólo implica unos minutos y unos metros más. Las setas no son un lugar especial, no es el Salvador. La seguridad debe primar ante todo.

3 - No soy partidario de imposiciones, prefiero la persuasión, el consenso, el convencimiento y la generosidad. A eso apelo. Hay que tener altura de miras. Hoy en día lo sustancial no es conservar el sitio de paso, ni perder ni aumentar el tiempo, ni conservar el itinerario. Todos deben comprender eso y saber que nos jugamos mucho y para ello hay que garantizar la seguridad, la devoción, el recogimiento. El Consejo no puede ni debe hacer imposiciones, pero las hermandades no deben perder su sentido: todos somos hermanos y tenemos que ceder y saber hacerlo.

Antonio Silva, periodista y director de Fiestas mayores de 2003 a 2007

1 - La solución no debe mirarse desde una circunstancia única que afecte al Gran Poder. El problema lo tienen todas y todas deben asumir que hay que hacer cambios. Los hermanos mayores deben plantearse que la carrera oficial está anticuada y que el número de nazarenos ha aumentado de forma considerable. No sé si la solución es que el Gran Poder alargue el recorrido, pero sí creo que todas sin excepción deben renunciar a lo que ha sido actualmente la Madrugada.

2 - Al Ayuntamiento se le exige que garantice la seguridad. Por tanto, ya que tiene que prestar un servicio, también me parece que se debe escuchar la opinión que tienen sus técnicos y que afectan a la vía pública. Si desde el Cecop se aconseja buscar sitios alternativos a los puntos conflictivos se debe escuchar esa opinión. Pero no se puede ahora demonizar un enclave porque el anterior gobierno no supiera afrontar preventivamente los problemas que podrían darse en las setas.

3 - Los hermanos mayores no creen en el Consejo como organismo ejecutivo y sólo le permiten un papel representativo. Por eso veo difícil que el Consejo imponga nada, porque carece de mando. Tendría que ser la autoridad eclesiástica, que firma la nómina de la Semana Santa, la que impusiera una nueva Madrugada por decreto. Y sería triste porque demostraría la falta de capacidad de los dirigentes seglares para gestionar la organización de una cofradía.

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