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Feminismo cofradiero: doña Gertrudis Zuazo

Consiguió el regreso de las mujeres al cortejo procesional para acompañar a Jesús Nazareno

Feminismo cofradiero: doña Gertrudis Zuazo
Manuel / García / Fernández

24 de marzo 2016 - 01:00

LA recepción generalizada de las mujeres en la vida de las hermandades de penitencia es ya una realidad felizmente completada gracias a las buenas gestiones de la autoridad eclesiástica hispalense y de algunas juntas de gobierno. Mucho se ha tardado en algo que parecía de lógica en nuestro tiempo. Si bien es cierto que todavía en pleno siglo XXI ciertas cofradías se resisten, incomprensiblemente, a la plena recepción de las hermanas en los cortejos litúrgicos procesionales y sobre todo penitenciales a la Santa Iglesia Catedral, argumentando estética y tradición histórica. Si bien hubo en la prolija historia de las cofradías de penitencia sevillanas mujeres extraordinarias que dejaron su huella indeleble en el devenir de los siglos, aunque no procesionaran nunca junto a sus titulares.

Y no me refiero a aquellas hermanas anónimas que desde siempre se dedicaron a las tareas consideradas por muchos cofrades de entonces y de ahora como las "propias de su género". Me refiero a otras mujeres singulares y extraordinarias que gozaron por su condición social y económica de una altura de poder y nivel de compromiso con su hermandad muy por encima de su época, traspasando incluso lo meramente religioso. Pero, curiosamente, en los diferentes encuentros nacionales de Mujeres Cofrades que permiten conocer y dialogar sobre la situación de la mujer en el contexto actual de nuestras hermandades y cofradías, incluida la reciente Asociación de Mujeres Cofrades, apenas se alude a ellas, quizás porque estas mujeres únicas, de otras épocas difíciles ya superadas, se integraron en un modelo social de "feminismo cofradiero" denostado hoy con el paso de los siglos. Sin embargo fueron las pioneras en promover -tal vez sin entenderlo del todo- que la fe no tenía, ni tiene entonces ni ahora, géneros; que los hermanos, hombres y mujeres, presentan los mismos derechos y los mismos deberes en todos y cada uno de los ámbitos de las hermandades y en idénticas condiciones.

En la Primitiva Hermandad de los Nazarenos -que he estudiado recientemente con motivo de mis trabajos sobre Mateo Alemán- se descubre la existencia encubierta de lo que hoy llamaríamos un manifiesto feminismo cofradiro en la gestión del patrocinio fundacional de doña Beatriz Bocanegra en 1340, en el vasto patronato de 1611 de doña Isabel Gómez de Cabreros y, sobre todo, en la protección de la camarera perpetua doña Gertrudis Zuazo, desde 1869 hasta 1905. Estas mujeres dejaron su impronta en la vida de la hermandad en momentos decisivos de su vasta historia. Su influencia social y económica, ejercida lógicamente a través de hermanos varones -esposos, hijos, sobrinos, parientes, procuradores e incluso albaceas testamentarios- marcaría durante siglos el patrimonio cultural y material de la Archicofradía. En este sentido, la intervención de doña Gertrudis Zuazo en defensa de la Real Iglesia de San Antonio Abad ante la Junta Revolucionaria de 1869, que había decretado su demolición, y en la ampliación de su patrimonio procesional, es bien conocida.

No vamos a insistir en ello. Pero no lo es tanto su incuestionable autoridad, ya desde su ingreso en 1866, como gran matriarca de la hermandad, al menos hasta inicios del siglo XX, en la gestión cotidiana de la vida cofradiera promoviendo a su sobrino, Francisco Caballero Infante y Zuazo (1869-1874), como hermano mayor, e igualmente al presbítero Juan Campelo (1875-1897). En los Anales de la Hermandad, que redactara el recordado secretario don Antonio Martín de la Torre, se recogen minuciosa y documentalmente todos sus avatares como bienhechora siempre generosa; pero también aquellos otros mas propios de lo que hoy llamaríamos su tenaz condición feminista en la ordenación de los cultos, en la elección de predicadores, en las obras pías, en la modificación de los pasos y, sobre todo, en la salida de las hermanas en el cortejo procesional.

Efectivamente, haciendo valer su influencia y prestigio monetario ya en la nómina de la cofradía de 1868, y en contra del parecer de algunos oficiales de la junta de gobierno como el secretario Ignacio José Coffin, doña Gertrudis Zuazo en beneficio de la igualdad de los hermanos y hermanas consiguió el regreso de las mujeres al cortejo procesional acompañando a Jesús Nazareno con cera, en silencio y con traje negro discreto, lo que no sucedía desde 1828. En la lista de la cofradía de aquellos años están sus nombres, trece mujeres en total bajo la ordenación de un diputado celador. Y así permanecieron durante años lideradas por su camarera perpetua hasta su muerte en 1905.

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