Emoción en Triana con el traslado del Cristo de las Tres Caídas
CULTO EXTERNO
El Nazareno regresaba a su Capilla de los Marineros tras haber celebrado sus cultos en la Parroquia de Santa Ana
El regreso del Cristo de las Tres Caídas de Triana, en imágenes
No cabía un alma. Tras la función principal celebrada esta mañana en la Real Parroquia de Santa Ana, el Santísimo Cristo de las Tres Caídas regresaba a su Capilla de los Marineros, acompañado por los sones de la banda de San Juan Evangelista.
La cofradía de la calle Pureza había decidido adelantar al mediodía su traslado de vuelta, al coincidir con la festividad del día de Andalucía. Todo un acierto. Multitud de familias, con niños en brazos y algún carrito, ocupaban las dos aceras de la antigua calle larga. Quedaba el espacio justo para que las andas y el breve cortejo se filtrasen entre la muchedumbre.
"Ya se ve la cruz y se oyen los tambores". Los devotos aplaudían las marchas y el andar sobre los pies de los hermanos que portaban al Señor. Parecía por momentos que se trataba del triunfal regreso de la cofradía en la mañana del Viernes Santo. Dos años después, tras largos meses de restricciones a causa de la pandemia, Triana volvía a vibrar con su vecino más antiguo.
El Santísimo Cristo lucía la túnica bordada en el taller de Santa Bárbara en 2008 y cuyo diseño evoca a la que le confeccionase Juan Manuel Rodríguez Ojeda a inicios de la pasada centuria, así como las potencias de oro labradas en el taller de Orfebrería Villarreal en 1987.
La torre de Santa Ana era testigo del discurrir de la comitiva, con una bulla incesante. Un mar de cabezas, y a veces de móviles y cámaras con palo selfie, rodeando al Cristo caído. Se abrían las puertas de la Capilla de los Marineros y sonaba un aplauso. La Virgen de la Esperanza esperaba el regreso de su hijo. Lentamente caminaba, levantando pasiones entre sus devotos.
Como un preludio de lo que está por llegar, el Señor salía y entraba dos veces del templo, apurando la marcha Silencio Blanco. La próxima vez irá sobre su paso dorado, guiado por un romano a caballo, por Simón de Cirene y por una mujer que abraza a sus críos. Será entonces Viernes Santo de Madrugada.
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