Distintos sonidos para un mismo fin
La Soledad
El paso de la Soledad lució nuevos brillos tras la lluvia que le cayó el año pasado
Plaza de San Lorenzo. Un Sábado Santo. No importa de qué año. La escena es inconfundible. Costaleros que compran su especial avituallamiento en una confitería. Cuñas y algunos rosquillos. En el centro de la plaza la gente no deja de comer pipas. Un constante crujir de cáscaras es el sonido de la espera. Mientras esto sucede, comienzan las primeras crónicas. El final está cerca por lo que es buen momento de hacer un resumen. Lo mejor que cada uno ha visto, lo que menos ha gustado...
De repente, otro sonido paraliza la escena. Se descorre el cerrojo de la puerta de San Lorenzo. El reloj marca las siete. Otro sonido, el de la voz ronca, austera de los Ariza mandando el paso. Llega la Dolorosa más antigua de Sevilla. La de los labios sellados. La de Romero Murube.
Azucenas exornan un paso restaurado tras la lluvia que le cayó el año pasado. Ahora todo es distinto. Pasa la Virgen y se escucha el cierre de las sillas de la carrera oficial. Surge otro sonido, el de la Soledad. El más amargo ruido de esta Semana Santa, que ya habita en el recuerdo.
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