La Covadonga, Ovidio, Ricardo
Desde 1898, como acredita José María de Mena, es local abierto al público · Ricardo Núñez dejó las maquetas, el costal y los maratones para coger el bar · Hace 25 años vivió el vía crucis del Gran Poder
EN Casa Ricardo cuentan los días hacia delante y los años hacia atrás. Los 35 días que faltan para el Domingo de Ramos, los 114 años transcurridos desde que en 1898 se abrió como Abacería a nombre de Antonio Artiane. Un año después ya figuraba en las listas de impuestos municipales, como consta en unos datos históricos que llevan la rúbrica de un distinguido cliente, el historiador José María de Mena.
Un siglo largo de historia en el que se produjeron siete transacciones de propiedad y sin embargo nunca perdió la condición de local abierto al público, con el trasiego en el tiempo de un local de coloniales en el que se vendía azúcar de Cuba, café de Puerto Rico o ron de Jamaica a este bar de autor donde clientes llegados de los más lejanos confines piden las croquetas que llevan el sello de Carmen Romero, la esposa de Ricardo Núñez Dorado (Sevilla, 1944), que llegó al local en 1985, la madre de Ricardo Núñez Romero (Sevilla, 1973), que le tomó el relevo en 2010. Un título shakesperiano: Ricardo segundo.
El sello de la tradición es denominación de origen en Casa Ricardo. Por eso el cartel que ayer anunciaba, último viernes de febrero, que "hoy es Vigilia", se traducía en que Jesús Morales, 38 años, y Javier Solano, 42, camareros de la casa, rellenaban con bacalao las aproximadamente 800 croquetas que tuvieron que empanar. "Las croquetas no tienen ningún secreto", dice Ricardo, "las hacía mi madre siguiendo la receta de mi abuela Agustina. Los sábados hacía puchero y con la carne que sobraba hacía la croquetas".
De Antonio Artiane, dueño fundador, el local pasó en 1910 a Rafael Pérez Rivero y en 1915 a Juan Fernández y García del Busto, que lo bautizó como La Covadonga, nombre asturiano que le dio prestigio en los años de la Exposición Iberoamericana y tras la crisis que le sucedió mantuvo su nuevo propietario, Domingo Izquierdo. El establecimiento pasó a llamarse Casa Ovidio en 1951. No era un guiño al poeta romano autor de La Metamorfosis, sino el nombre de pila de Ovidio Roig Fernández, cordobés de Peñarroya que vino a a hacer la mili, jugó en el Sevilla Fútbol Club y cogió el timón del local con los ahorros del fútbol. De Casa Ovidio eran las viandas y caldos que alegraban las tertulias cofrades en el sótano del Conservatorio que con la generosidad de Norberto Almandoz se convirtió en oficiosa casa hermandad de la Soledad de San Lorenzo.
En 1985 fue pregonero de la Semana Santa José Luis Peinado y el vía crucis lo protagonizó el Baratillo. Fue el año que Ricardo Núñez Dorado, que dejaba su empleo en el Hipercor de la carretera de Málaga, se convirtió en nuevo propietario. Su hijo y tocayo tenía 12 años y estudiaba en la Academia Politécnica Sevillana de la calle Cervantes. "Mi padre no quería esto para mí, era muy duro".
Cuando su madre, la ideóloga de las croquetas, y su tía Adoración estaban en la cocina, el niño, en vez de quedarse en el comedor del colegio, echaba una mano en el negocio familiar. Pero no era lo suyo. Estudió Aparejadores, se hizo delineante, empezó a trabajar en el departamento de maquetas de un estudio de arquitectura y montó su propia empresa de maquetas para promociones inmobiliarias. Sueños de felicidad en playas del litoral andaluz, en Sevilla e incluso en Madrid que se evaporaron cuando la burbuja hizo su particular big bang.
"Todavía me llaman algunos clientes pidiéndome una maqueta". Hace dos años, Ricardo segundo se cortó tres coletas: la de maquetista, la de maratoniano, corrió los maratones de Sevilla de 2009 y 2010, y la de costalero. "He estado veinte años debajo de los pasos". Empezó con Alejandro Ollero de capataz, buen cliente de Casa Ricardo. Ha sido muchos años costalero y nazareno del Dulce Nombre (la Bofetá) y la Trinidad. Dos hermandades que salen el Martes y el Sábado Santo, respectivamente, dos días de muchísimo trabajo en el bar por coincidir con la salida de la Dolorosa de Castillo Lastrucci y con la Soledad de San Lorenzo.
Acabada la Feria de 2010, empezó su Semana Santa. Una vuelta de tuerca en su trayectoria profesional. "No era nada nuevo para mí, esto va en los genes. Las entrañas las conocen en el día a día de los proveedores, de las ventas". Se cumplen 25 años del vía crucis del Gran Poder. Un momento grande en el barrio y en la casa donde Ovidio no sabía latín.
El 19 de marzo de 1995, primavera de la boda de la infanta Elena en Sevilla, visitó Casa Ricardo doña Mercedes de Borbón y Orleans, madre del Rey Juan Carlos, acompañada de su hija Pilar. El local es una fototeca cofrade, pero nunca tuvo vocación excluyente. "Viene mucha gente a la que no le gusta la Semana Santa", dice el heredero, único varón, hermano de Inmaculada y Raquel.
En Casa Ricardo se funden las calles Flandes y Font de Anta, que antes de honrar la memoria del autor de la marcha Amargura se llamó calle Panecitos. Dos calles donde se han rodado escenas de la adaptación de la novela de Robert Wilson El ciego de Sevilla. El protagonista principal, el actor húngaro-neozelandés Marton Zsokas -el elfo Celeborn en El señor de los anillos- degustó el vino y las croquetas de este insólito plató. "Por aquí han pasado, que yo recuerde, Paco León, la Cantudo, Alejandro Amenábar". El cineasta compuso la música de la película Nadie conoce a nadie. En Casa Ricardo todos conocen a todos. Un lugar cercano, familiar, con la historia de la que carecen las franquicias. Ricardo tuvo que cambiar el chip gremial. El viaje equinoccial de la maqueta a la croqueta. "Cada cliente es como una maqueta", dice en afortunada analogía. En la galería de imágenes, está Pepe el Pelao, el legendario capitán de los armaos, centuria que cada Jueves Santo rinde visita al Gran Poder. También están inmortalizados el maestro Araujo, Carlos Herrera, Luis Carlos Peris o Charo Padilla. Contadores contados de esta inminente consagración de la primavera.
Ya no corre maratones ni saca pasos ni diseña maquetas, pero todo sirve en su cometido: resistencia, fortaleza, precisión. En la cocina faena el matrimonio formado por Victoria Eugenia Fernández Lozano y Jesús López Argüello. Faltan 35 días. Y que no llueva. Pensando en la tercera generación: su sobrino Pablo se estrenará como monaguillo de la Trinidad con nueve meses.
Ricardo Núñez (hijo) aviva el
incienso delante de Ricardo
Núñez (padre), en el local
que adquirió en 1985.
Retahílas
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