La aldaba
Carlos Navarro Antolín
Más allá de la voz de la Laura Gallego
Era el último paso por dar y la junta superior, presidida por Joaquín Sainz de la Maza, lo ha afrontado sin dilación en su primer año de mandato. El Consejo de Hermandades asumirá desde esta Semana Santa la gestión integral de la carrera oficial. La institución recuperará el control absoluto y total del montaje de las sillas y palcos que hasta ahora estaba en manos de una empresa que gestionaban dos antiguos silleros. Además de pasar a ser el responsable de todo el proceso, el Consejo prevé que con esta autogestión pueda reducir de manera importante los costes derivados del montaje y, con ello, revertir estos beneficios en la subvención que cada año reciben las hermandades por la explotación de la carrera oficial.
El contrato que tenía el Consejo con la empresa que hasta el año pasado se encargaba de poner y quitar las sillas y de acomodar a los abonados durante cada jornada de la Semana Santa había expirado, por lo que el tesorero de la institución, Francisco Vélez, consideró que era el momento oportuno para que el Consejo se hiciera cargo de todos los procesos que atañen a la carrera oficial, según explicó a este periódico: "Esta decisión es fruto de un largo proceso de estudio. Confiamos en que será beneficioso para nosotros y que nos permitirá ahorrar costes que repercutan en el reparto que se hace entre las hermandades".
"Esta decisión es fruto de una largo proceso de estudio. Era el momento de tomarla"
El Consejo asumirá esta autogestión en colaboración con una empresa que tiene gran experiencia en este tipo de montajes. Las condiciones técnicas todavía se están ultimando, por lo que el tesorero no se atrevió a decir cuánto dinero se podría ahorrar el Consejo con esta nueva fórmula.
El Consejo de Cofradías empezó a asumir la gestión de la carrera oficial tras una decisión tomada en el año 2000 por el presidente Manuel Román Silva. Entonces, decidió apartar a los tradicionales silleros y encomendarle la explotación a la empresa Arcasur, cuyo administrador era uno de esos silleros. Fue una especie de cohabitación que permitió al Consejo, por ejemplo, saber quiénes eran los abonados, ya que hasta entonces esa información le era ajena. Tres años más tarde, el Consejo prescindió también de esta empresa y se encargó del proceso de renovación de los abonos, etcétera. Ahora, asume también la última tarea que no controlaba. Como pasó con la desaparición de los silleros, y luego de Arcasur, esta medida permitirá que los ingresos aumenten y haya un control total y efectivo.
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