Colas en la barra, colas en los templos
Vía Crucis de la Fe
La suspensión de los traslados no evitó que la hostelería del centro hiciera su agosto. Espera de más de media hora para ver los pasos participantes en algunos templos.
El reloj no marca aún las 11:30 en el Bar Donald, en la calle Canalejas, cuando los clientes (apenas media docena) dan cuenta de que el Vía Crucis se celebrará sin pasos. El camarero que a esa hora sirve los últimos desayunos de la jornada se lamenta: "Lo habíamos preparado todo como si fuera un Domingo de Ramos". La decisión no les ha pillado de sorpresa. Este establecimiento, parada obligada de muchos cofrades de la collación de la Magdalena, ha sido testigo de las malas expectativas que se auguraban para este acto extraordinario. La mayoría de las noticias llegaban con el colmillo retorcido que tanto se estila en el sector capillita de la ciudad que convierte la barra de un bar en el confesionario de fías y porfías.
Sin embargo, el día que dejó huérfanas de pasos las calles de Sevillo puso a rebosar los bares del centro. Pocos eran aquellos en los que resultaba fácil, no sólo ya coger un velador, sino apropiarse de unos cuantos centímetros de la barra. Finalmente la hostelería rentabilizó una jornada pese a la carencia de cortejos. La Flor de mi Viña, en la calle José de Velilla, era un claro ejemplo del éxito de esta convocatoria frustrada por las predicciones meteorológicas. Para este día el encargo de víveres se había triplicado. "Si un día cualquiera pedimos 80 bollos para montaditos, hoy nos han traído 240 y estamos a punto de quedarnos sin ellos", aseguraba un camarero.
Este bar sólo abre los días laborables y en Semana Santa, pero ayer fue una excepción. La ocasión lo merecía, y aunque con los pronósticos del tiempo los dueños temían que todo el gasto previo no pudieran recuperarlo, finalmente el resultado fue muy beneficioso para la caja. "Los clientes han empezado a llegar tarde, pero luego se han animado y le hemos dado salida a casi todos los víveres", asegura uno de los propietarios mientras sirve una bandeja repleta de montaditos, el plato estrella del día de ayer.
Para esta jornada muchos establecimientos habían presentado ofertas especiales con el fin de atraer al máximo público posible. El Restaurante Manolo León anunciaba los días previos, incluso por las redes sociales, unos "minimenús especiales" con motivo del Vía Crucis de la Fe. A la degustación de sus manjares se unía "un extra de rapidez porque queremos que ese día no se pierda nada". En el cartel informativo añadían incluso la hora de salida de las dos hermandades participantes en el acto cuya sedes están cerca del restaurante: el de las Siete Palabras y el del Gran Poder. Al final, el día resultó ser como un domingo más respecto a la clientela.
Otra situación distinta es la que se vivía en el Bar Santa Marina, donde la hilera de botellines esparcidos en la calle daba muestra, por un lado, de la cantidad de público que había presenciado cómo el misterio de Torreblanca traspasaba la ojiva mudéjar para volver a entrar en el templo, y por otro, del provecho económico que el establecimiento de pocos metros cuadrados supo sacarle a este momento que algunos -sin que mediara ingesta alcohólica en ellos- bautizaron como el marujazo de Santa Marina. De nuevo el colmillo cofradiero.
La adicción de sevillanos y foráneos por el montadito y la comida rápida era evidente en diversos bares y, sobre todo, en aquellos denominados low cost donde un cubo de botellines es la excusa perfecta para entablar esas sesudas tertulias cofradieras donde se habla más de lo humano que de lo divino.
La hora de la merienda también fue beneficiosa para las cafeterías del centro, aunque eso sí, mucho café, mucha infusión y muy poca repostería en las mesas. A la seis de la tarde quedaban aún bastantes torrijas en los expositores de La Campana y Ochoa, pese a ser la temporada alta de este dulce.
Junto a la bulla para saciar el hambre, la bulla para entrar en los templos. Colas de más de media hora de espera para ver pasos en Montserrat y en la Capilla de San Gregorio, sede de la Hermandad del Santo Entierro, donde la hilera de personas daba la vuelta a El Corte Inglés. En la corporación del Viernes Santo hubo que retrasar la hora de cierre del templo -prevista a las 17:30- por la afluencia de gente, mucha de la cual venía de otras provincias andaluzas para ver al crucificado de Juan de Mesa, como Luis Miranda y Julia García, que tardaron lo suyo en encontrar un parking libre cerca del centro.
A las nueve de la noche la tranquilidad volvió a las calles del centro. Se recuperaba la Cuaresma de siempre. Partían los autobuses que habían llegado de distintos puntos (se fletaron 10 de Chiclana y uno desde Murcia). Acababa un día en el que la mejor sonrisa la mostró la hostelería.
Vídeo: Ainhoa Ulla
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