Álvarez Duarte, el niño que se convirtió en maestro
Nueva publicación Semana Santa
El lunes se presenta el libro de José Joaquín León sobre el afamado imaginero.
Es muy difícil entender la Semana Santa de los últimos 50 años -no sólo la sevillana- sin detenerse en la figura de Luis Álvarez Duarte (Sevilla, 1949). De su gubia han salido algunas de las imágenes más representativas de la historia contemporánea de las cofradías. Se podría decir que aquel niño de doce años que con un arrojo y una maestría inusitada talló la Virgen de los Dolores de San José Obrero ha estado presente, de una u otra manera, en todos los acontecimientos importantes. Por sus manos también han pasado las imágenes más destacadas, como el Cachorro, el Gran Poder o la Esperanza de Triana, para ser restauradas. Todas las vivencias acumuladas en este recién cumplido medio siglo de profesión, sus anécdotas, sus obras y su particular visión de la Semana Santa están recogidas en el libro El niño imaginero. Medio siglo de cofradías con Álvarez Duarte (Jirones de Azul), escrito por José Joaquín León, periodista y miembro del consejo editorial de Diario de Sevilla.
El libro, que se presentará este próximo lunes en la Fundación Cruzcampo, es el resultado de muchas horas de conversación entre el artista y el periodista. Narrado en primera persona, repasa la vida y la obra de quien está considerado por muchos el mejor imaginero vivo y aporta hasta 180 fotografías de gran interés. "Luis ha estado medio siglo en contacto con las cofradías de Andalucía, España y América. Es el protagonista de muchos hechos relevantes, tanto por sus obras nuevas como por sus restauraciones", explica José Joaquín León.
Todo empezó hace 50 años, cuando Álvarez Duarte talló la Virgen de los Dolores de San José Obrero. "Estaba yo de monaguillo en la parroquia. Fuimos a una fábrica de harinas que había en San Bernardo a por unas vigas de pino flandes. La tallé allí, en la sacristía. En mi barrio. Y eso que al párroco, el recordado Manuel Garrido Orta, no era muy amigo de las cofradías". A los 15, realizó la Virgen de Guadalupe, su primera imagen para la Semana Santa sevillana. A los 20 gubió el Cristo de la Sed, su primer crucificado.
Cuatro años más tarde, en 1973, también fue protagonista del incendio del Cachorro. Hace la nueva Dolorosa y forma parte de la comisión de restauración del Cristo, dirigida por los Hermanos Cruz Solís. De todo ello se da buena cuenta en este libro que viene a ser una mezcla entre unas memorias y una autobiografía. También habla de las restauraciones, como la de la Esperanza de Triana: "Hubo mucha polémica, pero lo que se hizo fue una nueva policromía. Todo queda aquí bien explicado". A Álvarez Duarte lo llamaron de urgencia en 2010, cuando se produjo el ataque al Señor del Gran Poder; y en 2008, cuando el Cristo del Museo tuvo el accidente mientras lo subían a su paso.
Otros capítulos hacen referencia a las distintas imágenes de la Macarena que ha realizado durante todos estos años, como una que talló en 1985 para una asociación católica de Nueva York. El famoso Cristo de los Futbolistas, encargado por los sevillistas Bertoni y Scotta, y que recibe culto en la Catedral de Buenos Aires, también tiene sus páginas.
El libro descubrirá al lector a un Álvarez Duarte más íntimo, al que trabajó para la familia real, al que cuenta con importantes imágenes, desconocidas por la mayoría, en localidades alejadas de su Sevilla. A un imaginero que dignificó una profesión poco respetada laboralmente hasta su irrupción: "Al imaginero se le tenía como a un personaje bohemio. Luis Ortega Bru lo pasó muy mal económicamente. Recuerdo que Buiza vino a darme las gracias porque había cobrado 280.000 pesetas por una Dolorosa", explica. "Eso hay que agradecérselo a Luis", añade José Joaquín León.
A Luis Álvarez Duarte le conocían como el niño. Así le llamaban los artistas que convivieron con él, como Ortega Bru, Guzmán Bejarano o Esperanza Elena Caro. Aquel niño de San José Obrero, devoto de la Esperanza de la Trinidad, discípulo de Buiza en la manera de trabajar, aunque desarrolla en su obra un estilo muy próximo al de Juan de Astorga, "la Esperanza de la Trinidad es una Virgen que me ha marcado mucho. Es mi hermandad, la de mi barrio, por eso tallé el Cristo de las Cinco Llagas para que fuera el hijo de su madre. Se parecen muchísimo", se ha convertido, medio siglo después, en todo un maestro de la imaginería y la escultura.
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