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Tradicionalmente, los traumatólogos operaban o inmovilizaban las lesiones para restaurar únicamente la biomecánica, confiando en que la madre naturaleza y la suerte hiciesen el resto y, mejor o peor, el hueso consolidara o el tendón cicatrizara sobre el metal o la sutura, o dentro del yeso. Pero ya me enseñaron mis viejos maestros que la curación no puede ser impuesta, sino que debe ser cultivada.
La medicina regenerativa es la parte de la medicina que se ocupa de potenciar la capacidad que tiene el cuerpo para restaurar o hacer crecer de nuevo una parte de cuerpo que ha sido dañada por un accidente o por envejecimiento.
En concreto, la ortobiología es la traumatología regenerativa, es decir, la parte de la medicina regenerativa que se ocupa de restaurar la vitalidad del tejido músculo-esquelético: huesos, articulaciones, tendones, músculos, ligamentos y hasta vasos y nervios, potenciando la capacidad de curación natural del cuerpo.
Los distintos tejidos tienen muy diferente capacidad de autoregenerarse después de una lesión o deterioro, de forma que un hueso tiene mucha más capacidad de curar que un tendón, y este que el cartílago articular.
Además, por otro lado, la capacidad de curación de un niño o persona muy joven es mucho mayor que la de un anciano, pues la capacidad de regeneración se va perdiendo con los años.
Así pues, para estimular el potencial regenerativo de los tejidos empleamos técnicas médicas y de cirugía con implante de células madre, tejidos, biomateriales y moléculas -como los factores de crecimiento y las citoquinas- que hacen que sanen con más facilidad, haciendo que los tejidos envejecidos curen como si fuera una persona joven.
Esto tiene aplicación tanto en lesiones como en procesos degenerativos crónicos (artrosis, lesiones de ligamentos y tendiditis), en los que los daños no pueden ser resueltos completamente por los mecanismos normales de curación del cuerpo. Aplicando la ortobiología, somos capaces de hacer que esos tejidos deteriorados vuelvan a ser sanos.
De estos tratamientos pueden beneficiarse tanto deportistas que necesitan recuperarse de sus lesiones en el menor tiempo posible, pero también pacientes con fracturas que tienen dificultad de consolidar y, sobre todo, personas con problemas muy frecuentes como artrosis de rodilla o cadera o tendiditis en hombros o codos, que afectan a su calidad de vida produciéndoles dolor incluso en reposo; de forma que, muchas veces, lo podemos sanar evitando tener que someterse a cirugías agresivas como las prótesis, o retrasando la necesidad de ponerse prótesis durante años.
Además, podemos disminuir la necesidad de tomar medicinas para el dolor y la inflamación (con antiinflamatorios como el Ibuprofeno o el Diclofenaco, o derivados de la Morfina) que tienen efectos perjudiciales para la salud.
La ortobiología no solo sirve para retrasar o evitar una cirugía, sino que también se utiliza para complementarla: junto con cirugías mínimamente invasivas como la artroscopia se utiliza medicina regenerativa para mejorar los resultados de la misma de forma espectacular.
Los tratamientos que aplicamos en ortobiología están demostrando ser no solo eficaces, sino también muy seguros: al utilizar el material biológico que obtenemos del propio paciente y volvérselo a implantar o inyectar tras procesarlo para potenciar su capacidad de curación, el riesgo de rechazo y de presentar efectos adversos es mínimo.
Las terapia más habituales son:
Factores de crecimiento y citoquinas: son proteínas que obtenemos de la sangre del paciente y que facilitan el trabajo de las células para formar tejido sano y controlar la inflamación.
Células mesenquimales (también llamadas "Células Madre"): son capaces de reproducirse y diferenciarse en células de diferentes tejidos: hueso, cartílago o tendón. Se movilizan y activan cuando el tejido se ha dañado y hay que repararlo.
Obteniendo estas células, a partir del hueso, de la grasa o de la sangre del propio paciente, se procesan para concentrarlas, siendo esos concentrados los que se implantan en el tejido a reparar.
Además, estas células producen factores de crecimiento y citoquinas que favorecen la curación y, a su vez, atraen a más células reparativas.
Biomateriales: se utilizan moléculas que forman parte de nuestros tejidos, como el ácido hialurónico o el colágeno, y se modifican para formar mallas o geles que sirven como "andamios" en los que crecen las células reparadoras; eso promueve la multiplicación de las mismas que secretan, al mismo tiempo, factores de crecimiento.
Estos tratamientos, en la mayoría de las ocasiones, solo requieren una extracción de sangre y una inyección en la parte dañada, aunque en otros casos empleamos cirugía poco agresiva, como la artroscopia, para implantarlas.
En general, se utilizan diferentes combinaciones de estos tratamientos para conseguir el máximo beneficio en cada paciente.
Como analogía se podría ilustrar a un jardinero que planta semillas (que serían las células madre) y las riega (el agua y al abono serían los factores de crecimiento y las citoquinas) para que la planta de tu cuerpo brote y florezca. Vaya, que los traumatólogos estamos pasando de ser mecánicos a ser jardineros.
Existen también, por otra parte, otras técnicas más avanzadas, como las terapias con cultivos celulares o la terapia génica, en la que se introducen genes en las células para mejorar su función y se implantan estas en los tejidos lesionados.
Hay publicados multitud de estudios científicos que avalan y evidencian la eficacia de estos tratamientos para la artrosis y para las lesiones deportivas, y cada vez se publican más estudios con altos niveles probados.
La evidencia científica cada vez es mayor pues, a medida que investigamos, vamos afinando las indicaciones cuanto más sabemos más y tenemos más experiencia.
Podemos hacer la prueba: en un buscador científico de Internet, por ejemplo el "Google Scholar", que está abierto a todo el mundo, si buscamos los términos (casi todas las publicaciones están en inglés) "osteoarthritis" (artrosis) y "PRP" (factores de crecimiento de las plaquetas) encontraremos más de 17.000 artículos científicos publicados; si buscamos "osteoarthritis" y "mscs" (células mesenquimales) encontraremos más de 27.000. Ya podemos entreternos.
Hay que tener en cuenta que la ortobiología es una especialidad en constante desarrollo y son de esperar, en un futuro próximo, resultados cada vez mejores.
Pero también tiene sus detractores, "negacionistas", como siempre que se logra un avance científico: personas ancladas en técnicas del pasado, que se resisten al cambio. Probablemente habrá traumatólogos de edad avanzada -o no tan avanzada-, pero con mentalidad senescente, que no los recomienden. El tiempo pondrá las cosas en su sitio.
De otra parte, encontramos también "profesionales" que únicamente controlan una técnica y la aplican para todo; o los que, aprovechando la notoriedad pública que tienen estos tratamientos al aplicarse a celebridades del deporte, ponen factores de crecimiento a todo lo que se mueve, y también a lo que no se mueve, con unos resultados decepcionantes, por supuesto.
Siempre deberemos elegir y adecuar el tratamiento y personalizarlo para cada paciente, teniendo en cuenta las limitaciones de la ortobiología: si nuestro paciente es de edad avanzada con destacado deterioro, gran deformidad y rigidez articular, no servirá de nada implantarle células madre, habrá que sustituir la articulación por una prótesis. O si un tendón está arrancado, tendremos que reinsertarlo siempre con cirugía como primer paso, aunque también puedan utilizarse de manera complementaria terapias regenerativas.
La ortobiología complementa a la cirugía, no la sustituye. Siempre debemos confiar en un traumatólogo experto que domine un amplio abanico de técnicas para tratar nuestro problema, pudiendo explicar cuál es la mejor opción de manera personalizada.
Para responder a esta pregunta hay que comprender un poco la fisiopatología de las lesiones. Tengamos en cuenta que la ortobiología actúa sobre las diferentes fases de curación del cuerpo.
En una primera etapa, que dura una semana, se produce inflamación y agregación de células que secretan moléculas que atraerán a plaquetas y otras células como macrófagos y células inmunitarias, que “limpian” la zona, eliminando los tejidos dañados.
En una segunda fase, que dura unas tres semanas, se produce la fase proliferativa, en la que se atraen células reparadoras que forman tejido nuevo.
Por último, en una tercera fase, que dura meses (fase de remodelación), los tejidos se van moldeando y adaptando a su función.
Si la fase inflamatoria inicial dura demasiado, si no se atraen células reparativas (células madre) suficientes, o estas no actúan correctamente y forman un tejido con una estructura diferente a la original, las lesiones no curarán, sino que se destruirán o formarán cicatrices que hacen que el cuerpo no funcione correctamente.
Así, la aplicación de terapias de medicina regenerativa estarían encaminadas a:
-Modular la fase inflamatoria inicial, pues en ella se produce una atracción mediante citoquinas de células como linfocitos, neutrófilos y macrófagos que eliminan patógenos y detritus celulares y de plaquetas que contienen gránulos con factores de crecimiento
-Estimular la fase proliferativa a nivel celular o de señales celulares para que se pueda producir abundante matriz extracelular de composición similar a la original.
-Favorecer la fase de remodelación, favoreciendo la organización de matriz extracelular y evitando o minimizando la formación de fibrosis.
Así, aunque los tratamientos empiecen a ser eficaces desde las horas siguientes desde su aplicación, los efectos tardan más en notarse: mientras que los resultados beneficiosos del hialurónico comienza a notarse desde el tercer día, y dura unos seis meses, las infiltraciones con factores de crecimiento, citoquinas y células mesenquimales se notan tras varias semanas desde su aplicación, y los efectos duran mucho más, incluso a veces se consigue una curación definitiva de los tejidos.
Lo realmente importante no es conseguir una mejoría muy rápida, sino lograr que los efectos sean duraderos, y aplicar combinaciones de terapias que se potencien entre sí, logrando una enorme mejoría funcional.
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