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Estar bronceado responde casi a un estándar de belleza asentado en la sociedad. En estos meses la inquietud por el sol y el deseo por alcanzar el tono deseado se convierte en una prioridad que, en algunos casos, pasa por encima de la propia salud. A través de técnicas y rituales poco aconsejables para ''coger el máximo color'', esta obsesión por el astro rey puede llegar a convertirse en un trastorno real conocido como tanorexia.
Se trata de un trastorno psiquiátrico de la conducta, parecido al que se puede tener con los trastornos alimenticios en relación con la distorsión de la imagen, que consiste en la obsesión patológica e irracional por estar permanentemente bronceado. Es un trastorno que suele afectar sobre todo a mujeres jóvenes y de mediana edad, el 65% de las personas que lo padecen son mujeres de entre 25 y 30 años, que se dejan llevar por la moda y tendencias que potencias este aspecto. Sin embargo, algunos expertos apuntan que se están apreciando cada vez más casos en personas mayores.
La radiación solar es ultravioleta (UV), y ese tipo de radiación tiene la capacidad de penetrar en nuestras células, con la potencialidad de inducir cambios en nuestro ADN, pudiendo producir varios tipos de cáncer de piel. Otro tipo de radiaciones no tienen esta capacidad, como la radiación de los móviles o la radiación del WiFi, o del microondas, que tan solo calientan los átomos por fricción, además de que el ser humano se expone a ellas a muy baja frecuencia.
Sin embargo, las personas con tanorexia suelen exponerse de manera prolongada al sol, lo que conlleva problemas graves para la piel y la salud. “Para un tanoréxico es horrible estar blanco y su compulsión consiste en hacer todo lo posible por broncearse, a pesar de la comunidad médica lo desaconseje. Nunca se ven lo suficientemente morenos y esta distorsión de la realidad les genera ansiedad, que reducen momentáneamente tomando el sol o dándose rayos UVA, pero que a la larga solo incrementa el temor por tener la piel clara”, explica Antonio Cano, doctor en Psicología, para Infobae.
Para las personas con tanorexia, tomar el sol se convierte en un acto obsesivo compulsivo. Pueden presentar patrones de irritabilidad si no pueden hacerlo, compiten con otros de su entorno por el bronceado, suelen experimentar una distorsión de la realidad y de su propia imagen y pueden tener episodios de ansiedad y estrés.
Asimismo, la adicción al bronceado suele acarrearles problemas personales, como el descuido de responsabilidades personales, sociales o laborales. Todo ello sin mencionar los problemas graves a nivel de salud como el cáncer, manchas en la piel o envejecimiento prematuro.
Para que el problema se entienda mejor, no hay que enfocarlo solo al simple hecho de exponerse al sol. Las personas con este trastorno suelen utilizar otros métodos para broncearse como las máquinas y las cabinas de rayos UVA. Los más obsesivos han llegado incluso a inyectarse un tratamiento farmacológico no prescrito en España. Esto puede llegar a ser incluso más preocupante que la exposición solar a largo plazo.
De hecho, en el 2009 la Organización Mundial de la Salud (OMS) declaró cancerígeno el bronceado artificial con rayos UVA, y en países como Australia y Brasil ya se ha prohibido. “El uso de cabinas de bronceado está altamente contraindicado, pues incrementa hasta siete veces la posibilidad de padecer melanoma, el cáncer de piel más mortal de todos”, advierte el doctor José Luis Martínez-Amo, para quien el uso de estos métodos resultan altamente preocupantes.
Según los expertos, los rayos ultravioletas que emiten las lámparas de bronceado son tres veces más radiactivos que el propio sol de mediodía. Su efecto, el propio ''moreno'', es además una lesión, una respuesta de nuestro cuerpo tras poner remedio al abrasamiento inicial.
Un estudio de la Escuela Médica de Harvard (EE.UU.), publicado en la revista Cell revela que la exposición crónica a los rayos ultravioleta provoca la liberación de endorfinas, las llamadas hormonas del bienestar, que actúan a través de la misma vía que la heroína y medicamentos relacionados, lo que lleva a la dependencia física, la tolerancia y una conducta de adicción en los roedores.
Estos hallazgos explican por qué las personas pueden sentir un deseo instintivo de estar al sol, a pesar de sus conocidos riesgos para la salud. "Esta información podría servir como un medio valioso para educar a las personas para reducir la excesiva exposición al sol con el fin de limitar el riesgo de cáncer de piel, así como el envejecimiento prematuro de la piel que se produce con la repetida exposición al sol", explica el autor principal del estudio, David Fisher, del Hospital General de Massachusetts y la Universidad de Harvard.
Incluso, tras un periodo de seis semanas, el tratamiento con un fármaco de bloqueo opiáceo provocó síntomas de abstinencia, incluyendo sacudidas, temblores y castañeteo de dientes en los ratones que habían sido expuestos a la luz ultravioleta. Un indicio de que podríamos volvernos adictos a algo tan peligroso como los rayos ultravioleta.
Sospechamos que la explicación implica la contribución de los rayos ultravioleta a la síntesis de la vitamina D en la piel. Sin embargo, en la actualidad, hay fuentes mucho más seguras y más fiables de vitamina D que no vienen con un riesgo cancerígeno, por lo que hay un valor real para la salud de evitar la luz solar como fuente de vitamina D", concluye.
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