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Carmen Pérez
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Consumo alcohol
El consumo de bebidas alcohólicas ocupa el tercer lugar entre los principales factores de riesgo de mala salud en el mundo. Se calcula que el uso nocivo del alcohol causa cada año 3,3 millones de muertes y una proporción considerable de ellas corresponde a personas jóvenes. En este sentido, pese a los supuestos efectos beneficiosos que se ensalzan de su consumo moderado, no existe un nivel de consumo seguro de alcohol. De hecho, no consumir es lo único que evita sus efectos perjudiciales.
Pese a estas evidencias, el consumo de bebidas alcohólicas está extendido en muchos países del mundo, afectando a personas de un amplio rango de razas, culturas, y perfiles sociodemográficos. Esto se debe a que al alcohol se le asocian connotaciones positivas entre la población y está presente en nuestras fiestas o celebraciones y rituales sociales. Asociamos beber alcohol con aspectos positivos como la diversión, el espíritu joven, el éxito social, el humor o la desinhibición.
Además, en épocas recientes los resultados de algunos estudios han permitido que se extienda la idea que ya hemos mencionado en torno al impacto positivo del consumo regular de cantidades moderadas de alcohol. Por ejemplo, disminuyendo el riesgo de muerte y enfermedad coronaria.
En este contexto, cabe recordar que,como se explica en este estudio, ''se han levantado muchas voces recordando que el alcohol no es una mercancía ordinaria, sino un producto tóxico, que puede producir dependencia y que es uno de los principales factores de riesgo de mortalidad y morbilidad en la población mundial, estando implicado en más de 100 problemas de salud diferentes.'' Entre ellos, la cirrosis hepática, algunos tipos de cáncer, enfermedades cardiovasculares y traumatismos causados por violencia, suicidios y accidentes de tráfico.
Más allá de las enfermedades, en las que el consumo de alcohol puede ser un factor complementario ligado a otros factores presentes en el estilo de vida de quienes lo consumen regularmente, es importante resaltar que las consecuencias que sus consecuencias negativas no aparecen solo en las personas con un diagnóstico de dependencia alcohólica o trastorno por uso de alcohol (TUA) o en los consumidores excesivos. Sus consecuencias también repercuten en otros grupos de consumidores que,a menudo, se relacionan con ellos y su entorno, así como en la sociedad en general.
A pesar de que los efectos varían ampliamente en función de cada persona y los factores que la rodean, existen tres problemas principales a corto, medio y largo plazo que se derivan directamente de su consumo excesivo:
El alcohol tiene efectos casi inmediatos, ya que se absorbe a mayor velocidad de lo que se procesa (metaboliza) y se elimina del cuerpo. Como resultado, los valores de alcohol en la sangre aumentan rápidamente. Los efectos pueden aparecer al cabo de minutos de haber bebido.
El más común en este sentido es la intoxicación etílica. Se conoce como intoxicación etílica al aumento del contenido de etanol en sangre por encima de los niveles tolerados por el organismo. No conviene tomarlo como algo baladí, ya que puede tener distintos grados de gravedad, desde inhibición y euforia hasta depresión respiratoria y muerte.
Cuando la tasa de alcoholemia llega a los 2g/L, el cerebro se ve realmente afectado y es incapaz de permanecer alerta. La persona presenta somnolencia y dificultad para hablar y comprender. En este punto suelen aparecer nauseas y vómitos, ya que el organismo rechaza el alcohol en un intento por protegerse.
A los 3 g/L de alcohol en sangre el cerebro empieza a perder el control sobre el organismo. La persona no puede comunicarse correctamente, muchas veces puede llegar a perder la conciencia y el control de los esfínteres. Este es un punto crítico debido a que la persona ya no es capaz de valerse por sí misma y necesita atenciones.
Una de las consecuencias más graves del consumo excesivo de alcohol es el alcoholismo o dependencia alcohólica. Se trata de una enfermedad caracterizada por el consumo incontrolado de bebidas alcohólicas a un nivel que interfiere con la salud física o mental de la persona y con sus responsabilidades familiares, laborales y sociales.
El riesgo de desarrollar alcoholismo depende de varios factores, a destacar:
La causa principal del síndrome de abstinencia del alcohol es la interrupción repentina del consumo de alcohol. El alcohol afecta al sistema nervioso alterando ciertas sustancias químicas, llamadas neurotransmisores, que intervienen en la comunicación cerebral.
Después de cierto tiempo de beber diariamente, el cuerpo se vuelve dependiente del alcohol y sus efectos. Si el consumo de alcohol se reduce significativamente, esos neurotransmisores dejan de alterarse, lo que puede causar una serie de síntomas. Este síndrome puede afectar a cualquier persona que consume sistemáticamente grandes cantidades de alcohol.
Los síntomas típicos incluyen sensación de nerviosismo, irritabilidad, latidos acelerados, sudor excesivo, náuseas y vómitos, alucinaciones o convulsiones. Las personas afectadas también pueden experimentar temblores, confusión o cambios del estado de ánimo. Estos síntomas suelen empeorar al segundo día de dejar el alcohol y desaparecen en o antes del quinto día.
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