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La obesidad es una de las mayores enfermedades de los últimos tiempos entre las que destaca por ser una de las que más muertes causa. Son muchas las circunstancias que puede llevar a que una persona esté obesa.
Desde sedentarismo y una mala alimentación, tachadas como las principales causas y las más evidentes o desajustes en la glándula del tiroides, hasta patologías mentales como el estrés y la ansiedad que influyen en las hormonas impidiendo la pérdida de peso de manera regular.
Hay muchos tipos de obesidad y hablar de este término y atribuirles las causas anteriores, no es tan sencillo como decir que dos más dos son cuatro. Desde hace unos años y gracias al estudio de casos en el reino animal, se ha dado a conocer un término que, por el desarrollo de su complejidad, es difícil de detectar. Se llama obesógenos.
Son sustancias químicas que hay en el ambiente o que se reciben de ciertos envases que consumimos a diario que impactan directamente en las células encargadas de acumular grasa, aumentando el número de partículas; lo que provoca una alteración de las hormonas y de los niveles del metabolismo. Los obesógenos pueden impactar en fetos, por lo que no es una cuestión solo de llevar malos hábitos para la salud, aunque también influye y siempre hay que llevar una vida lo más saludable posible.
La mayoría se encuentran en elementos químicos tales como el bisfenol A, los bifenilos policlorados, los ftalatos, los éteres de polibromodifenilos, las sustancias perfluoroalquiladas y polifluoroalquiladas, los parabenos, la acrilamida, los alquilfenoles, el dibutilestaño o algunos metales pesados como el cadmio y el arsénico. Así hasta más de 50 productos químicos catalogados como obesógenos o potenciales obesógenos.
Con estos nombres tan diferentes, parece que esté hablando alguien de otro planeta y puede que, incluso pienses que te queda muy lejos, que esas sustancias no están cerca de ti. Debes saber que son ingredientes de muchos de los productos que usas normalmente: detergentes, los envases de plástico, la ropa, algunos cosméticos y alimentos, respectivamente. Así que es muy complicado escaparse de sus efectos ya que pueden funcionar de varias maneras.
Por un lado, actúan elevando la capacidad de almacenamiento de la grasa o el número de células de grasa. Otras veces cambian la manera en la que el cuerpo regula la sensación de hambre, provocando un aumento de ingesta de grasas y azúcar. Por lo que se hace más difícil mantener un peso saludable. Por último, puede modificar las calorías consumidas y cambiar el equilibrio energético facilitando que almacenes más grasa.
Los obesógenos son moléculas que se encuentran en los disruptores endocrinos los cuales interfieren en las hormonas facilitando el sobrepeso y la obesidad de manera encubierta.
Estos disruptores los encontramos en los pesticidas, plásticos, metales pesados (mercurio, plomo o arsénico), parabenos... y dado su alto impacto en la persona, se aconseja alejarse lo más posible de las exposiciones a químicos ambientales.
Es una tarea difícil, pero los expertos dan algunos consejos:
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