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El consumo de frutas, en especial de las fresas, es una práctica común en la alimentación diaria de muchas personas. Sin embargo, el momento en el que disfrutar de este delicioso placer se ha visto en los últimos días manchado por una alerta emitida por la Unión Europea de la presencia de hepatitis A en las fresas, aunque este incidente no es la primera vez que ocurre ya que hay muchas maneras de contaminarse, por lo que se hace necesaria adoptar medidas extremas de higiene para evitarlo en la mayoría de lo posible.
La hepatitis A es una infección vírica que afecta principalmente al hígado y se suele transmitir a través de agua o alimentos contaminados, fundamentalmente con heces infectadas ya que este fruto se cultiva en el suelo y es fácil entrar en contacto con la materia fecal contaminada durante el cultivo, la cosecha o la manipulación. Si se contagia la fresa, por ejemplo, durante la cadena de producción y de distribución, aumentan las posibilidades de que la contaminación también llegue a las personas.
La manipulación inadecuada por parte de los consumidores también contribuye a la posible transmisión de la hepatitis A. Así que con tocar las fresas con las manos sucias pueden transferir el virus a la superficie de la fruta, que posteriormente se ingieren si no han sido lavadas adecuadamente, dándose el contagio con el que te darás cuenta porque aparecen una serie de síntomas.
Cuando se detecta la presencia de hepatitis A en la que se sospecha ha tenido que ver el consumo de fresas, se manifiestan una serie de síntomas como fatiga, fiebre, pérdida de apetito, dolor abdominal, náuseas y orina oscura. La hepatitis A también puede estar presente de manera asintomática, por lo que, ante esta situación, todavía son más necesarias adoptar precauciones.
Además, el periodo de incubación de la hepatitis A puede oscilar entre 15 y 50 días, por lo que identificar la procedencia de la infección resulta más complicado. Este retraso en la aparición de síntomas subraya la importancia de establecer prácticas de higiene alimentaria desde el inicio de la cadena de suministro hasta el consumo final ya que es un virus altamente contagioso y se puede transmitir de persona a persona, siendo la principal vía fecal-oral, lo que significa que el virus se propaga a través de la ingestión de partículas virales presentes en las heces de una persona infectada.
Es esencial la higiene personal adecuada destacando el lavado frecuente de manos con agua y jabón como una de las mayores medidas preventivas al contagio. Además, aquellos que ya hayan sido diagnosticados con hepatitis A deben evitar preparar alimentos para otros durante al menos una semana después de la aparición de los síntomas. La vacunación también desempeña un papel crucial en la prevención de la enfermedad y como forma de reducir su propagación.
Si se llevan a cabo estas prácticas de manera rigurosa, se puede minimizar el riesgo de contraer hepatitis A a través del consumo de fresas. Por su parte, los agricultores deben implementar medidas de saneamiento durante el cultivo y la cosecha, mientras que los procesadores y distribuidores también deben cuidar el ambiente de trabajo, manteniéndolo limpio para que sea un espacio seguro. En el ámbito doméstico, los consumidores deben lavar las fresas cuidadosamente antes de consumirlas y seguir pautas de higiene personal al manipular alimentos.
La duración de la presencia del virus de la hepatitis A en el cuerpo puede variar considerablemente de una persona a otra. En términos generales, el período de infección aguda suele oscilar desde varias semanas hasta unos pocos meses. Durante este tiempo, el virus se replica en el hígado y se liberan partículas virales en la sangre, siendo esta fase la más contagiosa.
Posteriormente, el sistema inmunológico comienza a combatir la infección. En muchos casos, los síntomas van desapareciendo poco a poco y el paciente va recuperándose de manera gradual. Esto puede durar semanas o incluso meses hasta que el virus se elimine completamente. Sin embargo, eso no quiere decir que se haya resuelto el problema ya que algunas personas pueden seguir eliminando el virus en las heces durante un tiempo más prolongado, lo que implica un riesgo potencial de propagación.
La duración exacta de la presencia del virus en el cuerpo depende de varios factores como la edad, la salud general del individuo y la respuesta del propio sistema inmunológico. La mejor manera de tener la certeza de que el virus se ha eliminado por completo es a través de la realización de pruebas específicas.
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