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La práctica de hacerse selfies ha adquirido un papel central en la vida cotidiana de muchas personas en la era digital. Los selfies, esas fotografías tomadas por uno mismo generalmente con un teléfono móvil, se han convertido en una forma de expresión personal, una herramienta de comunicación y, en algunos casos, en un indicador de cómo las personas perciben y gestionan su imagen pública. Pero, ¿qué significa realmente que alguien esté constantemente haciéndose selfies?
Esta conducta puede interpretarse desde diferentes ángulos, y la psicología ofrece una mirada útil para analizar este fenómeno. En primer lugar, hacerse selfies puede reflejar una necesidad de validación social o el deseo de proyectar una imagen específica de uno mismo. Para algunos, es una forma de expresar creatividad o simplemente de documentar momentos significativos.
Sin embargo, cuando esta práctica se vuelve excesiva, puede estar vinculada a cuestiones más profundas como la autoestima, el narcisismo o incluso la ansiedad social. La relación entre los selfies y la psicología humana es compleja y está influida por factores como la cultura, la personalidad y el contexto social.
Desde una perspectiva psicológica, el gusto por los selfies está profundamente arraigado en el deseo de ser visto, aceptado y valorado. Algunos estudios, como los realizados por la Dra. Pamela Rutledge, experta en medios y psicología, sugieren que compartir selfies en redes sociales puede proporcionar un refuerzo positivo a través de los "me gusta" y los comentarios. Este refuerzo activa circuitos de recompensa en el cerebro, asociados con la dopamina, lo que puede generar una sensación placentera.
En este sentido, los selfies se convierten en una forma de obtener reconocimiento y retroalimentación inmediata. Sin embargo, también existe el riesgo de que esta búsqueda constante de aprobación derive en una dependencia emocional de la validación externa, afectando la autoestima de manera negativa si no se recibe la retroalimentación esperada.
Aunque los selfies pueden parecer una actividad trivial, también pueden ser un reflejo de dinámicas psicológicas más profundas.
Por ejemplo, el concepto de "selfitis", propuesto inicialmente como una broma en un artículo satírico, ha sido objeto de investigación seria en los últimos años. Un estudio liderado por el doctor Janarthanan Balakrishnan y el doctor Mark D. Griffiths definió la selfitis como un comportamiento obsesivo-compulsivo relacionado con la toma excesiva de selfies. Este estudio identificó tres niveles de selfitis: borderline, aguda y crónica, cada uno con diferentes grados de frecuencia y motivación. Las personas con selfitis crónica tienden a sentirse impulsadas a hacerse selfies como una forma de mejorar su estado de ánimo, buscar atención social o escapar de emociones negativas.
No obstante, no todos los aspectos del fenómeno de los selfies son negativos. Para muchas personas, hacerse selfies puede ser una actividad lúdica y creativa, una manera de expresarse y conectar con otros. De esta forma, los selfies pueden ser una herramienta para explorar la identidad y construir una narrativa personal. Por ejemplo, en adolescentes y jóvenes adultos, que están en una etapa de desarrollo donde la identidad es especialmente importante, los selfies pueden ser una forma de experimentar con diferentes roles y estilos.
Por otro lado, el narcisismo es un concepto que a menudo se asocia con el fenómeno de los selfies. Investigaciones como las del doctor Mark D. Griffiths, profesor de adicciones conductuales, indican que las personas con altos niveles de narcisismo tienden a hacerse más selfies y a compartirlos con mayor frecuencia. Esto se debe a que los narcisistas suelen estar más preocupados por su imagen y buscan constantemente la atención de los demás.
Además del narcisismo, la psicología también señala que los selfies pueden estar vinculados a problemas de autoestima y ansiedad. Algunas personas utilizan los selfies como una forma de controlar cómo son percibidas por los demás, eligiendo cuidadosamente el encuadre, la iluminación y los filtros para proyectar una versión idealizada de sí mismas. Este fenómeno, conocido como "presentación del yo", fue descrito por el socólogo Erving Goffman mucho antes de la era de los selfies.
La necesidad de gestionar esta "imagen pública" puede ser especialmente aguda en personas que experimentan inseguridad o miedo al juicio social. Según un estudio publicado en la revista Personality and Individual Differences, "las personas con altos niveles de ansiedad social tienden a dedicar más tiempo a editar sus selfies antes de publicarlos, lo que sugiere que esta práctica puede ser una estrategia para reducir la ansiedad y aumentar la aceptación social".
Sin embargo, no todas las personas que se hacen selfies en exceso pueden ser etiquetadas como narcisistas. El contexto cultural también juega un papel importante, sobre todo, en una sociedad donde las redes sociales promueven la autopromoción y la construcción de una "marca personal", hacerse selfies puede ser simplemente una respuesta adaptativa a estas normas sociales.
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