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Esto es lo que tenemos que hacer si la otra persona no acepta la ruptura de la relación

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Aunque puede ser doloroso, es necesario ser claro y directo para evitar alimentar falsas expectativas

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Ruptura sentimental / Freepik

Cuando una relación termina, el corazón muchas veces no sigue el mismo ritmo que la razón. A menudo, uno de los dos siente que la historia no ha llegado a su fin, que tal vez las cosas podrían solucionarse con un poco de tiempo, o simplemente que la vida sin esa persona resulta inimaginable. La esperanza de una reconciliación puede convertirse en una compañera constante, llenando cada día con una mezcla de anhelo y desilusión. Al mismo tiempo, para quien ya ha decidido seguir adelante, enfrentarse al deseo del otro de mantener la relación puede ser igual de complicado y doloroso.

Cuando alguien sigue alimentando la esperanza de recuperar a su expareja, suele quedar atrapado en un estado emocional ambiguo. Los recuerdos felices parecen eclipsar las razones por las que la relación llegó a su fin. Es fácil romantizar el pasado y minimizar los conflictos o las diferencias que llevaron a la separación. Este deseo de reconciliación puede empujar a la persona a interpretar cada gesto, palabra o mensaje como una señal de que aún hay una posibilidad, incluso si la otra parte ha dejado claro que no hay intención de volver.

Cómo es la vida después de romper la relación

Cuando una relación se rompe tendemos a tratar de encasillar a cada persona en un "bando" y solemos poner dos etiquetas. De esta forma, uno siempre va a ser el culpable y el otro la víctima. Dependiendo del lugar en el que se haya encasillado a cada uno, el proceso se va a llevar de una manera o de otra. Cualquiera que sea esa posición, resulta agotador y doloroso porque la víctima suele aferrarse a lo que pudo ser, a ese "y si las cosas fueran diferentes", lo que le impiede cerrar definitivamente ese capítulo y seguir adelante.

No se trata de que apaguemos esos sentimientos de un día para otro. Es importante darse tiempo para procesar la pérdida, permitirnos, incluso, sentir tristeza, enfado o frustración, ya que es necesario para empezar a construir un futuro en el que ya no está esa persona y en el que nuestro bienestar o malestar no dependa de esa relación pasada. Si por el contrario hay una de las partes que sigue teniendo esperanzas de volver, puede limitar a que la otra persona pueda seguir con su vida. Saber que hay una persona que sigue esperando puede generar una mezcla de culpa, incomodidad e, incluso, frustración. No siempre es fácil mantenerse firme en la decisión, especialmente si aún existe afecto o si la ruptura no estuvo motivada por un conflicto grave.

Sin embargo, la honestidad es fundamental. Aunque puede ser doloroso, es necesario ser claro y directo para evitar alimentar falsas expectativas. Frases ambiguas o actitudes que puedan interpretarse como un "quizás más adelante" solo prolongan el sufrimiento de ambas partes. Es posible que, tras una ruptura, uno de los dos insista en mantenerse en contacto, ya sea con la esperanza de reavivar la relación o simplemente por no querer perder el vínculo emocional. Sin embargo, esta cercanía puede dificultar el proceso de separación.

¿Qué debemos hacer para que la otra parte acepte la ruptura?

A veces, establecer un periodo de distanciamiento es la mejor opción. Esto no significa actuar con frialdad o indiferencia, sino reconocer que cada uno necesita su espacio para sanar. La distancia no solo ayuda a aceptar la nueva realidad, sino también a redefinir la relación desde una perspectiva diferente, si es que en el futuro ambas personas desean conservar un lazo de amistad. Aceptar que una relación ha terminado y que no hay vuelta atrás es un proceso personal que cada quien vive de manera diferente. En ocasiones, el tiempo es el mejor aliado, pero también es importante rodearse de personas que brinden apoyo y bienestar emocional. Hablar con amigos, familiares o incluso buscar ayuda profesional puede marcar la diferencia. Es un recordatorio de que, aunque el corazón duela, la vida sigue y siempre hay nuevas oportunidades por descubrir.

Para quien enfrenta la situación desde el otro lado, es decir, quien ya ha tomado la decisión de dejar atrás la relación, también es importante practicar la empatía. Reconocer el dolor del otro no significa retroceder en la decisión ni asumir responsabilidades que no corresponden, pero sí implica ser respetuoso y considerado. Las rupturas, por más inevitables que sean, no tienen por qué ser crueles. Al final, tanto para quien anhela una reconciliación como para quien debe mantenerse firme en su decisión, la clave está en el respeto, tanto hacia la otra persona como hacia uno mismo. Respetar el tiempo, los sentimientos y los límites propios y ajenos es lo que permite transformar una experiencia dolorosa en una oportunidad de crecimiento. Porque, aunque hoy parezca imposible, con el tiempo las heridas sanan y ambos podrán mirar hacia el futuro con esperanza renovada.

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