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Comer con los cinco sentidos
Comer, más allá de ser una necesidad fisiológica, es una experiencia para los sentidos y la manera en la que lo hacemos habla de nosotros. Habla de nuestras emociones, de cómo nos sentimos o de si estamos enfermos. ¿Y esto por qué sucede? Porque se juntan miles de terminaciones nerviosas que forman "el sentido químico común". Es lo que hace que percibamos cada alimento de un determinado sabor: el picante como picante, el fresco como fresco y así con todos.
Cuando un alimento toca nuestro paladar, se activan conectores que nos producen sensaciones fácilmente perceptibles que, aun teniendo los ojos tapados, podríamos describir. Influyen muchos factores, incluso el déficit de nutrientes. Si te faltan vitaminas A o B, para ti no tiene el mismo sabor que para otra persona que está bien nutrida.
Definiciones aparte, lo más importante para tener una alimentación sana es comer con los cinco sentidos y tener una alimentación consciente. Es una manera de detectar si tienes hambre física o hambre emocional que, según una u otra, también va a influir en cómo se percibe el sabor de los alimentos.
Cuando comes liberas endorfinas, dopaminas y serotoninas. Todas influyen en el estado de ánimo modificando tu comportamiento, especialmente con la comida. Por ejemplo, cuando comes azúcar o grasas se activan las hormonas de placer en el cerebro, lo que hace que sigas teniendo ganas de seguir comiendo ese tipo de comidas.
La edad influye en la alimentación. Desde la niñez, se produce una evolución de los sabores y entran todos los sentidos con los que somos conscientes de los olores, texturas y sabores de las comidas que pasan por nuestra boca.
En la infancia, los niños tienen una relación mejor o peor con la comida dependiendo de lo que los adultos se interesen por acompañarles en el momento de la introducción de los alimentos, en la presentación de los platos, de con quién estén en el momento de las comidas, si comen sentados, erguidos, con dispositivos electrónicos, qué tipo de comidas, etc. Todo eso se va mecanizando en la cabeza, influyendo en la salud alimentaria del futuro.
Algo parecido sucede cuando se llega a la vejez. A medida que se van cumpliendo años, los sabores de una misma comida se aprecian de forma diferente. En esta ocasión, se debe a una peor calidad y malos hábitos en la salud oral, se van perdiendo piezas dentales e, incluso las dentaduras postizas perjudican la efectividad con las que se mastican los alimentos, así como también la descomposición de la comida.
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