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Las enfermedades cardiovasculares son definidas por la Organización Mundial de la Salud como un conjunto de trastornos del corazón y de los vasos sanguíneos entre los que se incluyen: hipertensión arterial, cardiopatía coronaria, enfermedad cerebrovascular, enfermedad vascular periférica, insuficiencia cardíaca, cardiopatía reumática, cardiopatía congénita, miocardiopatías y otras. Y son la principal muerte en todo el mundo, de las cuales la mayoría se deben a enfermedad isquémica del corazón y enfermedad cerebrovascular. El 57,3 por ciento de la población española tiene dos o más factores de riesgo cardiovascular, según se advierte en la Encuesta de Salud de la Fundación Española del Corazón (ESFEC) 2021.
Por sexos, un 58,7 por ciento de los hombres presenta varios de estos factores, frente al 56,1 por ciento de las mujeres. El estilo de vida y alimentación juegan un papel fundamental en su desarrollo, así como las herramientas de prevención para detectarlas y tratarlas a tiempo. En este sentido, la pregunta es ¿Puede haber señales que nos alertan de la presencia de problemas que pueden derivar en un ataque cardiaco? Y la respuesta es SÍ, incluso más comunes de lo que pensamos.
Así lo indica una reciente investigación que ha desarrollado un método para calcular el riesgo de infarto de una determinada persona a raíz de una simple prueba: observar los vasos sanguíneos de la retina. El trabajo, que se presentó este lunes en la conferencia anual de la Sociedad Europea de Genética Humana en Viena, detalla cómo utilizaron datos del Biobanco del Reino Unido, que contiene registros médicos y de estilo de vida de 500.000 personas, para calcular una medida llamada dimensión fractal.
Esta parte de los ojos es la única del cuerpo humano donde los vasos sanguíneos son visibles y antes de esta investigación ya se conocía que su observación puede aportar datos sobre nuestra salud. Por ello, se combinó este signo con el de los datos genéticos datos genéticosde los pacientes.
Luego lo combinaron en un modelo con otros factores como la edad, el sexo, la presión arterial sistólica, el índice de masa corporal y el tabaquismo, estudiando a las personas en la base de datos que habían sufrido un ataque cardíaco, también conocido como infarto de miocardio o IM, después de sus imágenes de retina. De esta manera, observaron que quienes tenían dimensiones fractales más bajas, tenían mayor riesgo de infarto de miocardio.
La edad promedio para un ataque cardíaco es de 60 años y descubrieron que su modelo logró su mejor desempeño predictivo más de cinco años antes de que ocurriera el ataque cardíaco. ''Sorprendentemente, descubrimos que nuestro modelo clasifica mejor a los participantes con riesgo de infarto de miocardio bajo o alto en el UKB en comparación con los modelos establecidos que solo incluyen datos demográficos. La mejora de nuestro modelo fue aún mayor si añadimos una puntuación relacionada con la propensión genética a desarrollar un infarto de miocardio", explicó Ana Villaplana-Velasco, estudiante de doctorado en la Universidad de Edimburgo.
Encontraron nueve regiones genéticas que organizan los patrones de ramificación vascular de la retina. "Se sabe que cuatro de estas regiones están implicadas en la genética de las enfermedades cardiovasculares. En particular, en procesos relacionados con la gravedad y la recuperación del infarto de miocardio", cuenta Villaplana-Velasco.
En lo que refiere a su aplicación real en este campo, Ana Villaplana-Velasco explica que este proyecto "es el primer paso". "Lo siguiente es probar este modelo en otras bases de datos y poblaciones para corroborar que mejora la predicción de las personas que van a desarrollar un ataque al corazón y pensar cómo se puede introducir en el diagnóstico", añade.
Según los autores del estudio, la detección temprana detección tempranade estas patologías cardíacas permitirá abordar un tratamiento eficaz antes de que la enfermedad se produzca, reduciendo el riesgo de muerte drásticamente. "Esto permitiría a los médicos sugerir comportamientos que podrían reducir el riesgo, como dejar de fumar y mantener niveles normales de colesterol y presión arterial. Nuestro trabajo muestra una vez más la importancia del análisis integral de los datos rutinarios y su valor en el desarrollo posterior de la medicina personalizada", sentencian.
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