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¿La primera impresión cuenta? Estos son los gestos que dicen que no le caes bien a una persona (aunque no te conozca de nada)

Investigación y Tecnología

El pensamiento rápido se activa en las primeras impresiones y nos hace depender de atajos mentales para formar juicios inmediatos sobre las personas

Dependemos de las primeras impresiones que causamos en los demás, por ejemplo, cuando llegamos a un trabajo nuevo

Gestos que haces sin darte cuenta que dejan al descubierto que alguien te cae mal, según la psicología

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Primeras impresiones sobre alguien / Freepik

Muchas veces y sin saber muy bien por qué notamos que no le caemos bien a alguien. No entendemos qué es ese "algo" que tanto rechazo provoca en ciertas personas, aun cuando no nos conocen de nada. Las primeras impresiones son un punto muy importante en las interacciones sociales y puede sonar superficial, pero realmente están profundamente arraigadas en nuestros procesos cognitivos y emocionales.

El ser humano tiene la capacidad, porque así lo ha desarrollado, de establecer mecanismos rápidos para evaluar a los demás, ya que en tiempos ancestrales, la capacidad de identificar de manera rápida a posibles amenazas era muy importante para la supervivencia. En el presente, aunque no nos enfrentamos a las mismas amenazas, seguimos dependiendo de esas primeras impresiones que causamos en los demás. Por ejemplo, cuando llegamos a un trabajo nuevo.

Veamos algunos gestos que tienen los demás con nosotros con los que podemos identificar que no les caemos bien, aunque no nos conozcan de nada.

Le recuerdas a alguien

"No sé qué es, pero me recuerda a alguien". Observan nuestros gestos, nuestra forma de hablar y de expresarnos. La mente humana es así y tiende a generalizar experiencias pasadas para facilitar la toma de decisiones, por lo que si en el pasado una persona tuvo una mala experiencia con alguien que se parece a ti es posible que, sin querer, proyecte esos sentimientos negativos sobre ti.

Este fenómeno se relaciona con el sesgo de asociación que, en psicología, se refiere a la tendencia del cerebro a relacionar información o experiencias pasadas con situaciones actuales, incluso si no hay una conexión lógica entre ambas. Por ejemplo, si alguien tuvo un conflicto con una persona de apariencia o comportamiento similar al tuyo, es probable que al verte, se activen en su mente esos recuerdos desagradables, lo que lleva a una respuesta emocional negativa.

El concepto de transferencia en psicoterapia, introducido por Sigmund Freud, también puede ayudar a entender esto. La transferencia ocurre cuando una persona, sin darse cuenta, transfiere emociones y actitudes que tenía hacia alguien del pasado a una nueva persona en su vida. En este caso, si recuerdas a alguien que caía mal, podrían estar proyectando en ti el rechazo o la desconfianza que experimentaron con esa otra persona.

Gestos no verbales

El 55% de la comunicación humana se basa en el lenguaje corporal, el 38% lo transmitimos como comportamiento verbal, es decir, voz; mientras que solo el 7% se refiere a las palabras, según el famoso estudio del psicólogo Albert Mehrabian basado en la regla del 55-38-7. Fue un experimento que realizó en 1967 que le valió el reconocimiento internacional y con el que intentó cuantificar el grado de influencia de los distintos elementos que componen la comunicación: palabras, cuerpo y voz.

Por lo que sin darnos cuenta, la percepción que los demás tienen de nosotros se fundamenta en nuestra forma de movernos, nuestros gestos y nuestra mirada. Por ejemplo, la falta de contacto visual es uno de los gestos más universales que suelen interpretarse como una señal de rechazo o incomodidad.

Además, la inclinación del cuerpo hacia atrás o cruzar los brazos también son indicadores de rechazo ya que están mostrando una distancia emocional y una postura defensiva.

Expresión facial fría

La ausencia de una sonrisa o de otras expresiones amigables, como la suavización de los músculos faciales, pueden ser interpretadas como una falta de disposición para conectar emocionalmente con nosotros.

Paul Ekman, uno de los psicólogos más renombrados en el estudio de las emociones y las expresiones faciales, ha identificado que las microexpresiones (gestos faciales que duran fracciones de segundo) pueden revelar, por mucho que intenten disimular y se empeñen en ocultar sus verdaderos pensamientos, emociones ocultas, como por ejemplo la desaprobación o el descontento con la persona que tenemos delante.

Falta de información

Un aspecto importante que debemos tener en cuenta es el sesgo de confirmación. Cuando una persona se forma una primera impresión negativa sobre ti, tiene que buscar la razón que justifique esa percepción. Si creemos que no le caemos bien a alguien, es probable que cualquier pequeño gesto de indiferencia o desaprobación refuerce esa creencia.

Esta conducta es especialmente "peligrosa" porque puede dificultar el replanteamiento de esa primera evaluación que nos han hecho ya que tienen argumenos que refuerzan esa teoría, por lo que una vez puesta la etiqueta, será difícil de cambiar, aunque haya personas con actitudes neutrales.

Las primeras impresiones cuentan

Las personas nos dejamos llevar por estos gestos y señales porque el cerebro humano está preparado para procesar rápidamente grandes cantidades de información y simplificarla para tomar decisiones rápidas.

Esto quiere decir que tratamos de identificar pistas rápidas que nos ayuden a entender la actitud que tienen los demás hacia nosotros. Daniel Kahneman, ganador del Premio Nobel por su trabajo en psicología económica, ha escrito sobre el pensamiento rápido e intuitivo en su libro Thinking, Fast and Slow. Este "sistema rápido" de pensamiento se activa en las primeras impresiones y nos hace depender de atajos mentales para formar juicios inmediatos sobre las personas.

Sin embargo, a veces, estos juicios son erróneos, por lo que las primeras impresiones no siempre son acertadas, por muchas señales que nos indiquen que sí. Lo que pasa es que por propia naturaleza humana solemos seguir lo que nos dice nuestra intuición y confiamos en los juicios iniciales. Lo hacemos muchas veces como mecanismo de defensa ya que cuando percibimos que alguien no nos recibe de manera positiva, es probable que nos retiremos emocionalmente o que cambiemos nuestra propia conducta para protegernos del posible rechazo.

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