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El nuevo cambio de hora se encuentra muy próximo, y es que a las 3:00 horas de la madrugada del sábado 30 al domingo 31, habrá que retrasar el reloj una hora y volverán a ser las 2.
Los cambios horarios, que se producen en dos ocasiones a lo largo del año, suelen traer consigo determinadas alteraciones en el cuerpo. Los síntomas más comunes que experimentan las personas ante esta variación suelen ser insomnio, cansancio o desánimo entre otras.
Generalmente, solemos enfocarnos en los efectos nocivos que los cambios de hora producen en los adultos, pero ¿qué hay de los más pequeños de la casa? Ellos también sufren las consecuencias de ver alterado su horario habitual, aunque no lo expresen como los más mayores.
Y es que los niños pequeños y los bebés, al igual que los adultos, disponen de un reloj biológico ubicado en el centro del cerebro que se ajusta en función de los cambios de luz y de las rutinas alimenticias. Este reloj, como ya han explicado en numerosas ocasiones los científicos, regula el ciclo diario de niveles de hormonas, por lo que, no es de extrañar que cuando este reloj se modifica por cualquier motivo, los cuerpos lo expresen de una forma notable.
Ante el inminente cambio de hora, no es de extrañar que los niños pequeños sufran alteraciones en los ritmos de sueño, algo que, por lo general, va a estar relacionado con el insomnio. Esto provocará que por la mañana se despierten somnolientos, irritables y con problemas de atención.
También es posible que manifiesten una frustración inusual en ellos ante alguna tarea que no haya salido como esperaban, así como un mal humor repentino acompañado de desánimo.
Puede ser que estos efectos sean especialmente notorios a primera hora de la mañana, pero, en función del niño y de sus características, las consecuencias pueden ir agravándose a lo largo del día, conforme ellos se vayan sintiendo más cansados.
De esta forma, para prevenir los posibles efectos secundarios que el cambio de horario puede producir en ellos, la Asociación Española de Pediatría recomienda adoptar una serie de medidas fáciles.
La primera de ella pasa por ir modulando, progresivamente, los horarios habituales de los más pequeños. Esta medida engloba, por ejemplo, realizar un adelanto, gradual y moderado, de la hora de despertarse. Esto implicaría adelantar, durante los cuatro días previos al cambio de hora, 15 minutos el despertar, e ir haciendo un sumatorio hasta cumplimentar una hora.
Esta medida también está dirigida a los hábitos de las comidas y de la siesta, que, de la misma forma que lo anterior, se recomendaría ir adelantando un cuarto de hora por día. Además, si el menor está tomando algún tipo de medicamento, este también deberá adelantarse proporcionalmente.
Otra de las claves que facilita la Asociación Española de Pediatría es evitar la exposición de los niños a las pantallas una hora antes de irse a dormir, ya que esto hace que los más pequeños se despierten y estén más inquietos, aunque esta medida no solo incumbe a cambio de hora, si no que debe ser aplicada durante todos los días del año.
Finalmente, se recomienda que los responsables expliquen a aquellos infantes que se encuentren en una edad más o menos avanzada lo que va a suceder. En este caso, hay que exponerles los usos horarios, ubicarlos dentro de ellos y, posteriormente, explicarles los procedimientos de cambio de hora.
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