"No quiere decir que los niños con altas capacidades fracasen ante el sistema educativo, sino que es el sistema el que no sabe ajustarse a sus necesidades"

Investigación y Tecnología

Los niños con altas capacidades no son superdotados y no tienen que ser un fracaso escolar; solo tienen un potencial que necesita ser desarrollado

Estos son tres rasgos que definen a las personas con altas capacidades

Alumnado en clase
Alumnado en clase / Freepik

El concepto de personas con altas capacidades intelectuales ha cambiado mucho ya que en un principio cuando lo escuchábamos las primeras veces nos sonaba a que el alumno contaba con un alto rendimiento académico o cociente intelectual lo más parecido a ser superdotado.

Sin embargo, las investigaciones más recientes han cambiado esta perspectiva, entendiendo las altas capacidades como un potencial que necesita ser desarrollado, es decir, un niño puede tener desarrolladas unas cualidades en algunas materias, más que en otras o en cualquier otra habilidad, por ejemplo, un deporte, pero no basta con tenerla. Hay que desarrollarla. Pero para ello, deben contar con un entorno que acompañe a ello y muchas veces ni familiares, ni profesorado está preparados para asumir esta responsabilidad.

Es esa falta de estimulación y de desarrollo en el tema que tiene la alta capacidad lo que hace que muchas veces les lleve a suspender, a sacar malas notas o a abandonar. Por ello, es necesario entender el perfil que tiene una persona con alta capacidad y entender que no son superdotados.

De hecho, muchas veces nos sorprendemos cuando traen los resultados de las notas porque tenemos asociado que las altas capacidades es sinónimo de dominar las materias sin ninguna dificultad. Esto pueden conseguirlo, pero si se les ayuda a desarrollarlo porque más allá de ser estudiantes que sobresalen académicamente de manera automática, muchos de ellos se sienten incomprendidos, aislados y desmotivados en los entornos educativos tradicionales.

Según declaran en el periódico 20minutos Beatriz Belinchón, Mario Belda y Maider Belda, autores del libro Hijos con altas capacidades: educarlos felices (RBA), "los alumnos de altas capacidades no tienen por qué ser alumnos con fracaso escolar per se". Esta afirmación subraya que el fracaso escolar no es inherente a las altas capacidades, sino que es el resultado de un sistema educativo que no siempre está preparado para atender sus necesidades.

El aislamiento en el aula: una realidad silenciosa

Para un niño con altas capacidades, asistir a la escuela puede convertirse en una experiencia frustrante. "Los niños con altas capacidades intelectuales también tienen la necesidad de ir al colegio a aprender, aunque la realidad en el aula es muy diferente y esto afecta de manera directa a la motivación intrínseca del alumno, que no encuentra estímulo o reto", explican los autores. Este desajuste entre las capacidades del niño y el contenido que se le ofrece en el aula genera una desconexión que puede ser devastadora.

La falta de estímulos adecuados no sólo afecta el rendimiento académico, sino también el bienestar emocional de los niños. La monotonía y la sensación de no ser comprendidos pueden llevarlos a una apatía profunda, reduciendo su interés por el aprendizaje y su confianza en sí mismos. En los casos más graves, algunos alumnos terminan abandonando el sistema educativo en etapas avanzadas, buscando alternativas que se ajusten mejor a su manera de aprender ya su forma de ver el mundo.

Un sistema educativo que no siempre responde

El desafío principal radica en que, a menudo, el sistema educativo no cuenta con las herramientas, ni la formación necesarias para identificar y apoyar adecuadamente a los estudiantes con altas capacidades. La Ley Orgánica de Educación (2006) reconoce las especiales características y necesidades del alumnado con altas capacidades y en su artículo 76 dice: "Corresponde a las administraciones educativas adoptar las medidas necesarias para identificar al alumnado con altas capacidades intelectuales y valorar de forma temprana sus necesidades. Así mismo, les corresponde adoptar planes de actuación adecuados a dichas necesidades”.

Sin embargo, hay mucho profesorado que desconocen las señales que podrían indicar la presencia de altas capacidades en un niño, lo que lleva a que algunos pasen desapercibidos o incluso sean etiquetados incorrectamente como problemáticos. Esta falta de comprensión alimenta un círculo vicioso en el que el niño no recibe el apoyo que necesita, lo que a su vez refuerza su desmotivación y su percepción de ser "diferente" en el peor sentido.

Es necesario diseñar estrategias educativas que se adapten a sus necesidades específicas, ofreciendo programas de enriquecimiento, adaptaciones curriculares y oportunidades para desarrollar tanto su intelecto como su creatividad. La atención integral, que contempla también su bienestar emocional, es esencial para que puedan alcanzar su máximo potencial y contribuir positivamente a la sociedad. El reto es complejo, pero no imposible. Un cambio en las políticas educativas, acompañado de un compromiso por parte de las instituciones, los docentes y las familias, puede marcar la diferencia.

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