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Vivimos en un mundo con tanta ansiedad que lo traspasamos a la crianza. Vivimos llenos de miedos interiores que lo proyectamos en sobreprotección a los menores, pero realmente no son los miedos de nuestros hijos. De hecho, no conecta con ellos.
El comportamiento de sobreprotección genera ansiedad en los menores que, por otro lado, se la quitamos en el mundo tecnológico donde los adultos dan vía libre al consumo de todo tipo de contenidos digitales en cuanto ponen un dispositivo electrónico en manos del menor.
Dice la psiquiatra Marian Rojas: "Sobreprotegemos a nuestros hijos, nos da miedo que sufran, que algo malo les ocurra... Y aunque nos cueste verlo, a veces esta sobreprotección es nefasta para el desarrollo emocional y vital de los niños, pues impide que aprendan a enfrentarse a los retos de la vida, a que sean más resolutivos".
Todo lo contrario sucede en el mundo virtual: "Los niños navegan sin filtros, sin límites, ven contenido de todo tipo, se conectan con todo tipo de gente... y toda la precaución que adoptamos en la vida real, queda en un segundo plano en este entorno", asegura la psiquiatra.
La sobreprotección muchas veces lleva a los menores a desarrollar, con el tiempo, el Síndrome de Peter Pan, es decir, que a pesar de haber alcanzado la mayoría de edad, mantienen comportamientos y actitudes infantiles o inmaduras. Además, tienen muchas dificultades para asumir responsabilidades propias de su edad, evitan compromisos y prefieren vivir en un estado de eterna adolescencia.
Son personas a las que les cuesta comprometerse en relaciones sentimentales serias y duraderas. Son personas inseguras que siempre van buscando la aprobación y el apoyo de otros, generalmente, de figuras parentales. Suelen tener un comportamiento impulsivo en el que no piensan en las consecuencias de sus actos, por lo que también les impide establecer objetivos y metas claras a largo plazo.
Cuando los progenitores dan libertad a los menores, estos consiguen vencer miedos, se sienten con más confianza y más capaces de hacer cosas y son más conscientes de sus límites.
Sin embargo, el problema está en hasta dónde hay que dar libertad. Muchas veces esa independencia y esa soltura se traslada al manejo de las nuevas tecnologías donde carecen de control en tiempo de uso y en tipo de contenidos que consumen frecuentemente.
Ángela Serrano, pedagoga y codirectora del Máster Universitario en Resolución de Conflictos en el Aula de la Universidad Católica de Valencia, afirma que "cuando un padre le da un móvil a un niño o le permite que utilice Internet sin ningún tipo de control parental, es como si le vendara los ojos y le hiciera andar por una autopista".
Además de que un uso desproporcionado de las nuevas tecnologías ocasiona aislamiento social ya que hay una incapacidad para relacionarse con otros niños, adquieren un comportamiento excesivamente nervioso en el que se sienten incapaces de manejar el estrés social, así como también hay un desarrollo de complejos por ver vidas de personas en redes sociales que no se ajustan a la realidad. Pero que ellos la quieren tener y se quieren parecer a los que dicen ser "influencers".
La psicóloga sevillana, Cristina Muñoz, habla en su cuenta de Instagram y en un programa de radio sobre el concepto de dismorfia y cómo las personas buscan parecerse cada vez más a los filtros de las fotografías.
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