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El alcohol alcoholse posiciona como la sustancia psicoactiva más consumida a nivel nacional. Ese dato puede no resultar extraño si se generaliza entre la población adulta, cuyo consumo de alcohol puede parecer un acto completamente estandarizado. Y aunque es un problema que escala a cualquier edad, su consumo temprano puede implicar riesgos irreversibles en el futuro. Este es un escenario que ya preocupa en nuestro país, en el que, en la actualidad, para los adolescentes el alcohol está muy presente en el tiempo libre y en las relaciones sociales que establecen entre ellos. Según datos de la Encuesta sobre uso de Drogas en Enseñanzas Secundarias en España ESTUDES 2021 en jóvenes de 14 a 18 años, los adolescentes empiezan a consumir alcohol a los 14 años de promedio. Pero no solo eso, además lo hacen en un consumo compulsivo que puede generar daños cerebrales fatales. daños cerebrales fatales.
En este sentido, según datos del Ministerio de Sanidad, el 75,1% de los adolescentes de 14-18 años ha consumido alcohol alguna vez en su vida y uno de cada tres lo ha hecho en los últimos 30 días. Curiosamente, el número de chicas que ingiere alcohol es superior al de los chicos; en cambio, estos beben más cantidad. La forma en la que lo hacen ya tiene su propio término ''binge drinking'' o, traducido al español, ''consumo en atracón''. Por ello, otro dato que no resulta raro es el de que muchos de ellos consideran normal beber cinco o más copas, vasos o cañas de alcohol, en un tiempo aproximado de 2 horas.
Este consumo desmedido puede provocar, además de intoxicaciones, puede crear tolerancia y graves efectos sobre su salud física, psíquica y social. Los expertos ya observan más accidentes de tráfico, más violencia, embarazos no deseados, enfermedades de transmisión sexual, etc. En los últimos años, asimismo, numerosos estudios científicos demuestran la asociación del consumo de alcohol y el daño cerebral en los adolescentes. Esto se debe a que el cerebro de los adolescentes es espacialmente vulnerable a los efectos del alcohol.
Y ni las prohibiciones hasta la mayoría de edad ni las advertencias de los expertos parecen calar en una sociedad en la que el alcohol parece estar arraigado a la cultura. Los jóvenes están en contacto con el alcohol desde niños en sus entornos familiares y sociales y, una vez comienzan a salir, el entretenimiento parece no ser otro que salir a emborracharse. La resaca es el mayor de sus problemas, sin asociar sus graves efectos a largo plazo. Así se puede intuir del testimonio de M.J.S, una chica malagueña de 16 años que, pese a su corta edad, mantiene relación con el alcohol desde hace unos 3 años.
La joven relata a Diario de Sevilla que su andadura en este mundo comenzó en las primeras salidas con sus amigas durante los fines de semana, un plan que , según comenta, resultaba normal entre los diferentes grupos de su edad. ''Nos juntábamos con otros compañeros en un parque cerca de casa y bebíamos tinto de verano'', declara. Aunque la joven confiesa que no pasó mucho hasta que se pasaron a los destilados. ''A los meses, nos comenzamos a juntar con un grupo de chicos más mayores, poníamos música y nos bebíamos una o dos copas'', afirma.
Sus padres, como muchos en nuestro país, no se percataron por las excusas y mecanismos que también se aprenden. ''Parábamos de beber un rato antes, nos perfumábamos y comíamos chicles'', explica. En cuanto al entorno escolar, en alguna ocasión, declara, ''no íbamos a clase y bebíamos cerveza o fumábamos algún cigarro''. A este respecto, el rendimiento escolar es uno de los campos que más perjudicados se ven con estas prácticas entre los jóvenes.
De forma continua, estudios diversos demuestran el grado de incidencia y la relación entre el rendimiento académico y la ingesta de alcohol. En ellos se puede observar el daño en el aprendizaje y la concentración, la baja asertividad escolar, el bajo rendimiento en exámenes o el deterioro en las habilidades cognitivas.
El entorno social y las amistades, son uno de los puntos fuertes del inicio de estas prácticas entre los adolescentes. La presión social juega un papel determinante. Y es que, el hecho de no beber alcohol puede llegar a estar 'mal visto' en según qué ámbitos (sobre todo, entre los más jóvenes). ''Los que no lo hacían eran los que quedaban más apartados, eran los raros y se les daba de lado en los planes'', reconoce la joven.
Todo esto empeora si en la ecuación entran las redes y la presión se acentúa. Los vídeos, la música y las imágenes están repletas de prácticas ilegales que suelen ser la tónica de un nuevo mundo virtual cuyo contenido parece premiar la cultura de calle y los elementos sexualizados. ''Es normal ver 'stories' o vídeos en redes en los que la gente de mi edad está de fiesta cada fin de semana consumiendo alcohol'', afirma la adolescente. Además, según corrobora, muchos de los referentes a estas edades suelen ser cantantes o algún tipo de personaje popular que consume alcohol o drogas.
La mitad de los adolescentes entre 14 y 17 lo hacen en espacios públicos, mientras que un 48% consumen alcohol en discotecas. Ese fue el siguiente paso para M.J.S, las fiestas 'sin alcohol' que se organizan en ciertos locales de la ciudad. ''Se podía conseguir alcohol fácil, incluso lo colábamos de fuera'', espeta. Con el tiempo, el consumo se va incrementando. Los controles en estos espacios son laxos y, la mayoría de veces, los castigos se esquivan o son anecdóticos.
Así, con el tiempo, el consumo suele ir a más. ''Cada vez que salgo puedo beber entre cinco y seis copas'', declara. Además, también nos cuenta que ''a más de un amigo le ha dado 'una pálida' (en referencia a una intoxicación etílicaintoxicación etílica), y ahí sí nos hemos asustado''. Los médicos advierten de que cada vez es común verlas en las consultas a partir de los doce años.
El consumo de drogas, especialmente del alcohol por parte de los adolescentes es un problema que compete a toda la sociedad en su conjunto, la cual tiene la obligación de reflexionar y actuar respecto a la atención y educación que se les brinda a los adolescentes. La educación y la información son las herramientas más preventivas y eficaces dentro de un núcleo de población cada vez más expuesto, influenciado y susurrado por comportamientos y prácticas nocivas para su salud y desarrollo.
Enseñar comportamientos y hábitos saludables, actitudes favorables al propio cuidado, así como una enseñanza donde prevalezcan las actitudes de reconocimiento y respeto, son algunas pautas generales de actuación que pueden ayudar.
Asimismo, establecer normas y límites, adaptados a la edad y favorecer un clima de comunicación familiar y escolar efectivo, también enseña a asumir responsabilidades y establecer recursos de autocontrol y pensamiento crítico. Los programas educativos en las escuelas, así como un endurecimiento de los castigos y las restricciones de acceso a la compra de alcohol, también favorecerían un escenario de menor consumo.
Por último, acabar con el mito de que existe un 'consumo saludable', también es importante. Los profesionales sanitarios cada vez son más tajantes respecto al consumo de alcohol, afirman que cualquier cantidad es perjudicial. No se puede decir que haya un consumo de alcohol saludable. Si no hay consumo no hay riesgo.
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