Manuel Campo Vidal
La política española da el espectáculo
Psicología
Ni en el defecto ni en el exceso está la virtud, valorada en el saludable punto medio. Focalizando esta teoría en la educación o los comportamientos, cualquier habilidad adquirida que se lleva al extremo puede ser una trampa que juega malas pasadas. En nuestra sociedad, somos criados para enfocarnos en el trabajo duro y el desarrollo personal, las normas sociales exigen la perfección y el entorno de trabajo suele ser competitivo . Enfocado en el contexto familiar, en medio de los cambios que estamos experimentando dentro en la estructura de familia tradicional, temas sensibles como la educación de los hijos cobran una importancia fundamental, lo cual es una tarea compleja y emocional para los padres. Educar en el equilibrio es una de las tareas más difíciles de los padres ya que influye de manera decisiva en su vida adulta.
Dentro de los estilos educativos,estilos educativos existen padres que educan bajo normas tolerantes, adaptadas a la edad de los niños, y estableciendo equilibrios con las emociones de los menores. En otras, sin embargo, la educación se basa en un patrón autoritario en las que se obliga al niño a realizar tareas o asumir responsabilidades de adulto que superan sus capacidades físicas o psicológicas. Asimismo, también existen padres negligentes que, al no ocuparse de sus hijos, los obligan a madurar en tiempos no acordes a su edad y asumir responsabilidades para poder 'sobrevivir'.
Con el tiempo, esto puede convertirse en autoexigencia. Un cierto nivel de auto-exigencia es bueno, ya que les impulsa a superarse y a esforzarse por conseguir sus metas. El problema es cuando esa exigencia se vuelve inflexible e intolerante con los errores. Esto puede dar lugar a niños autoexigentes o hiper-responsables que no se permiten un error, una nota baja, castigándose por cualquier fallo cometido. Eso sí, aunque los padres pueden tener un papel activo en el desarrollo de esta característica, en algunos casos es una característica de la personalidad del niño. Esto puede provocar un intercambio de roles, en los que el niño adquiere responsabilidades que deberían ejercer sus padres. ¿Cómo interpretar estas señales de parentificación?
En primer lugar, habría que recordar que existen dos tipos de parentificación: la emocional y la física. En la emocional, los padres esperan que los hijos los consuelen de las consecuencias derivadas de sus actos. Suelen dar consejos para resolver situaciones incómodas en casa, mediar en discusiones o consolar a sus hermanos menores. En estas circunstancias, estos niños no suelen recibir el mismo apoyo emocional de sus padres.
En la física, los niños tienen que atender necesidades familiares o económicas, preparar comidas, cuidar a otros hermanos o cualquier otra responsabilidad que tendría que recaer sobre sus padres. Dentro de estas dos crianzas, la física se considera menos dañina para el niño porque no debe asumir roles emocionales exigentes que son menos comprensibles durante este período.
En este sentido, debemos diferenciar las líneas rojas. Es beneficioso dar a los niños un trabajo apropiado para su edad para desarrollar competencia y responsabilidad y mejorar las habilidades. También tiene sentido que los hijos mayores asuman más responsabilidades por un corto tiempo en momentos puntuales (por ejemplo, si alguno de los padres se encuentra enfermo). Estas son situaciones son muy diferentes al descuido relacionado con la negligencia asociada a las exigencias dominantes, persistentes e intensas que se imponen a un niño parentizado.
Entre ellas, además de las mencionadas dentro de cada tipo, también hay situaciones cotidianas comunes como:
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