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Cuando llega diciembre abandonamos nuestra vida. Nuestra identidad pasa a manos de los planes que otros han organizado, del estrés, de las compras y el consumismo. Se hace más patente la frase "No me da la vida". Empezamos a ser esclavos de los eventos de Navidad, del cansancio, del despiste, del trabajo para poder disfrutar en las vacaciones de los hijos (no en las propias). No hay plan. No hay rutina. Solo descontrol. Acaba diciembre, llega enero y empiezas a respirar. Todo va llegando a su fin. Hemos dejado atrás el viejo año y le abrimos el camino al nuevo.
Hemos superado el estrés por concluir todas las etapas. Se cierra el año y se cierra todo. Pero, ¿sabes cuál es el desestresante más efectivo? Decir que no. Sin explicaciones y sin culpa. Hay varios tipos de estrés en esta época, pero el que más predomina en las personas es el electoral porque tienes que elegir todo el tiempo. Entre esa elección se encuentra la de hacer balance de todo lo ocurrido y poner sobre la mesa todo lo que está por venir.
Toca echar la vista atrás y enfrentarse a la prueba de que muchas cosas se quedaron por hacer. Te agobias porque lo difícil de hacer balance es encontrar un equilibrio entre lo positivo y lo negativo y te cuesta pensar con objetividad. Por eso, algunas veces resulta más efectivo hacer esa valoración a medio año donde puedes sopesar lo que has conseguido y motivarte porque aún queda tiempo para poder cerrar el año como te habías propuesto.
Las redes sociales nos invaden a cada momento con notificaciones de los recordatorios de que concluye la página final de cada año. Pero hacer una recapitulación de los momentos positivos también alimenta la autoestima.
Lo importante de tener una meta es el aprendizaje que te ha dejado durante el proceso hasta llegar al final de esa fase. A veces necesitamos ser nuestros propios palmeros y que nos digamos a nosotros mismos "lo bien" que lo hemos hecho. Todos queremos empezar el año con buen pie, pero esta es una creencia imaginaria que nos hace ver que eso es lo correcto y es una actitud difícil de mantener durante el año.
Pero un año con menos logros no es un año peor. Solo que todo lleva su tiempo y un proceso y el ejercicio de valoración del año es diferente para cada persona. Debe ser objetivo y ausente de carga emocional. Olvida compartir tus pensamientos en las redes sociales. Escribe para ti. Tu interior es el mejor espejo en el que puedes mirarte para poder avanzar.
El síndrome de fin de año o síndrome de diciembre es ese estado en el que la tristeza, la insatisfacción y la presión por sentirse feliz aumentan a final de año. Acabar el año sin solucionar algunos problemas hace que entres en una fase de autoculpabilización. Así que cuando vas a comenzar el nuevo año, ten en cuenta estas 3 cosas: hacer un balance de manera objetiva, establecer objetivos claros y que puedas alcanzar y cuidar de tu salud mental para que disfrutes del momento presente.
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