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La nueva normalidad que ha traído el covid a nuestras vidas ha venido acompañada de una serie de cambios en nuestra vida cotidiana. Muchas empresas han decidido mandar a casa a sus trabajadores y empezar un modelo de teletrabajo que ha acabado extendiéndose.
El uso de pantallas tanto de móvil como de ordenador se ha visto incrementado en los últimos tiempos, tanto por motivos laborales como por ocio, ya que los planes al aire libre quedaron limitados desde los principios de la pandemia.
Con este nuevo fenómeno han venido ventajas y facilidades pero también consecuencias no tan positivas para nuestro cuerpo.
Uno de los factores a tener en cuenta cuando hablamos del uso prolongado de pantallas electrónicas es el impacto de la luz azul.
Las fuentes de luz artificial emiten en la banda de longitudes de onda de la luz azul más nociva para la retina. La luz visible de los LED y las pantallas de diferentes dispositivos (smartphones, tablets, ordenadores…) tiene un porcentaje mucho mayor de luz azul que las luces naturales.
Según un estudio de la Fundación Telefónica, un usuario de Smartphone mira su teléfono móvil unas 150 veces al día. Además, estos dispositivos se usan en distancias cortas, muy cerca de los ojos, lo que aumenta el grado de exposición.
Fatiga y estrés visual: afecta a nuestros ojos cuando tienen que ver en condiciones de poca o mucha luz y, también, cuando tienen que enfocar durante demasiado tiempo para ver, por ejemplo, textos, vídeos o imágenes en un smartphone. Desde el Instituto Nacional de Salud y Seguridad Laboral de EEUU advierten que usar ordenador tres o más horas al día aumenta las probabilidades de que el Síndrome Visual Informático aparezca.
El SVI se trata de una patología que se manifiesta con ojos rojos, secos, cansados o dolores de cabeza entre otros síntomas.
Alteración de los ritmos circadianos: las pantallas emiten luz azul/violeta para que se puedan ver incluso en las horas más soleadas. Pero de noche el cerebro queda confundido por ser prácticamente de la misma intensidad que la luz solar, reduciendo la producción normal de melatonina, la hormona del sueño. Y traduciéndose en problemas de insomnio.
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