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SALUD
Tomar mucha sal no es bueno. Y la población en España multiplica por dos la cantidad de sal recomendada. Mientras que la Organización Mundial de la Salud consumir entre 2 y 5 gramos, en España la media se dispara hasta los 9 gramos, algo que se conoce desde hace décadas que aumenta el riesgo de enfermedades cardiovasculares. Pero, ojo, no sólo eso. El consumo excesivo de sal es peor de lo que se esperaba y favorece el desarrollo de enfermedades mentales como la demencia. Te explicamos de qué manera.
Hasta el momento sabíamos que reducir el consumo de sal nos ayudaba a reducir el riesgo de hipertensión arterial o sufrir un infarto de miocardio e ictus. Un estudio de la Facultad de Ciencias de la Salud de la Universidad Fujita Health (Japón), publicado en el 'British Journal of Pharmacology', eleva ahora su incidencia y lo asocia al deterioro cerebral y la aparición de la demencia, enemigo directo de una vejez sana ahora que la esperanza de vida es cada vez más longeva.
En una época en la que la salud mental está en primera línea del debate mundial tras la pandemia, y con el índice mundial de demencia aumentando, este estudio cobra especial importancia social y económica. Más de 55 millones de personas tienen demencia en todo el mundo, más del 60% de las cuales viven en países de ingreso mediano y bajo. Y cada año hay casi diez millones de casos nuevos.
Este estudio ha demostrado la relación entre el consumo excesivo de sal y los trastornos cognitivos y la presión arterial alta, lo que podría ser clave para el desarrollo de fármacos preventivos y terapéuticos para la demencia. Desde el punto de vista médico "resulta trascendente la implicación de la angiotensina II (Ang II), hormona que desempeña un papel clave en la regulación de la presión arterial y el equilibrio de líquidos, y su receptor 'AT1', así como la de la molécula lipídica fisiológicamente importante prostaglandina E2 (PGE2 y su receptor 'EP1' en la hipertensión y la neurotoxicidad".
Según los datos publicados, la adición excesiva de fosfatos a la proteína tau es la principal responsable de estas consecuencias emocionales y cognitivas, aunque también es cierto que hay que especificar que se han conseguido a través de pruebas con ratones de laboratorio, cuyos cerebros experimentales presentaron varias alternancias bioquímicas.
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