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Erupción volcánica La Palma
De entre todas las cosas inéditas que hemos ido viendo a lo largo de este último año y medio, las únicas que faltaban por adherirse a la lista eran las catástrofes naturales. Terremotos, inundaciones, incendios forestales, tornados y, hace tan solo unos días, una erupción volcánica. Los rios de lava, roca y ceniza expulsados por el volcán Cumbre Vieja, en la Palma, están provocando numerosos daños materiales a su paso en las casas de los habitantes de los municipios colindantes, además de la evacuación de entre 5.000 y 10.000 personas. Pero, no podemos olvidarnos de los gases tóxicos que desprenden a la atmósfera. ¿Qué riesgos entrañan para la salud humana?, ¿qué pasa en nuestro organismo al inhalarlos?
La actividad sísmica que ha vivido la isla de La Palma desde el pasado 11 de septiembre ha culminado en la erupción del Cumbre Vieja este domingo. Durante el periodo de actividad volcánica hay emanación de vapor de fuego y agua, además de cenizas, lava y fragmentos de rocas, pero también salen a la superficie gases tóxicos como el dióxido de carbono (CO2), el dióxido de azufre (SO2), ácido clorhídrico, mercurio, magnesio y bromo y arsénico, entre otros.
En concreto, esta erupción es fisural, es decir, que rompe el suelo en distintos puntos y comienza a salir lava, gases y otros materiales. Hasta ahora, ha arrojado entre 6.000 y 9.000 toneladas de dióxido de azufre, uno de los gases potencialmente más peligrosos, y dañino para las personas, pero también para los ecosistemas circundantes, tanto los acuáticos como los terrestres.
De hecho, la actividad volcánica es altamente contaminante del medio hídrico (escurrimiento superficial y subterráneo) en las adyacencias del centro emisor. Tanto los gases disueltos como las partículas sólidas pueden afectar en diverso grado la calidad del agua, comprometiendo el abastecimiento de agua potable para los seres humanos y la disponibilidad de aguadas para los animales.
Hay diversos factores que influyen en la gravedad de sus consecuencias, entre ellos hay tres que son los más importantes a tener en cuenta: La distancia a la que se encuentra el volcán de los ecosistemas y las zonas pobladas, la viscosidad del magma y la concentración de los gases. Eso sí, lo que está claro es que los principales síntomas en el organismo humano serán a nivel respiratorio.
Un estudio publicado en 2009 sobre la influencia en la salud de las erupciones del Kilauea señala que estas están vinculadas a un aumento de síntomas como: tos, flema, rinorrea, dolor y sequedad de garganta, congestión sinusal, sibilancias, y bronquitis. Lógicamente, el efecto es más grave en personas con enfermedades como el asma o la enfermedad pulmonar obstructiva crónica (EPOC).
Además, según señalan desde la IVHHN ''en las zonas cercanas a los volcanes también pueden aumentar los casos de enfermedades cardiovasculares, enfermedades cerebrovasculares y patologías oculares. Además, el gran estrés que supone puede afectar a la
Uno de los miedos y los riesgos que han surgido en las últimas horas es su aproximación al mar. Cuando el magma entra en contacto con el agua salada, provoca una reacción química causada por la diferencia de temperatura que aviva el humo intenso que produce el río de lava y, además, lanza a la atmósfera partículas muy finas de ácido clorhídrico. Éstas, a su vez, pueden irritar la piel o los ojos y causar problemas respiratorios. Además, el viento puede llevar el humo a zonas alejadas de la lava.
Por otro lado, se pueden producir sismos, deslizamientos de tierra, incendios, y hasta tsunamis si la erupción ocurre cerca del mar. Aunque esto último ya ha sido desmentido por los expertos.
Debemos tener en cuenta, como hemos advertido, que la distancia es un factor importante. En este sentido, las autoridades ya han acordonado las zonas de peligro y se pide a todo el mundo que se mantenga alejado de las inmediaciones.
Por la distancia también pueden producirse lesiones o quemaduras provocadas por los escombros de estructuras derrumbadas por las ondas sísmicas del volcán, o por la lava emanada. Se recomienda, asimismo, el uso de la muy familiar mascarilla, tanto en la Palma como en las islas aledañas de El Hierro, La Gomera o Tenerife por el alcance de la contaminación ambiental.
Es pronto para saber cuáles serán sus efectos sobre los habitantes de la palma y las islas colindantes, así como para su ecosistema. Dependerá del tiempo que estén las entrañas de La Palma expulsando gases y cenizas, así como las medidas de seguridad, sus efectos a corto o largo plazo.
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