Investigación y Tecnología
Cinco maneras de afrontar la soledad no deseada
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La soledad no deseada se ha convertido en un problema de salud pública cada vez más relevante. Aunque puede parecer una simple cuestión emocional, impacta de manera profunda en la salud mental y física, asociándose a un mayor riesgo de enfermedades cardiovasculares, trastornos del sueño, depresión y ansiedad. Afortunadamente, existen estrategias para afrontar la soledad y el impacto que produce en nosotros.
Sin embargo, hay que destacar que las investigaciones que se han hecho hasta el momento han encontrado que el sentimiento de aislamiento no necesariamente implica estar solo, sino que se trata más bien de una desconexión emocional de quienes nos rodean, lo cual dificulta la percepción de soporte y de integración social. Veamos algunas maneras en las que podemos afrontar la soledad no deseada.
La capacidad de tratarnos con amabilidad y comprensión, sobre todo en momentos de angustia o tristeza, según la psicóloga Kristin Neff, experta en autocompasión, disminuye el autocastigo y el juicio severo que a menudo incrementa la sensación de soledad ya que fomentamos el aislamiento y la desconexión social. La autocompasión también está asociada a una mejor regulación emocional y al fomento de relaciones interpersonales más saludables y menos dependientes, lo que contribuye a reducir el sentimiento de soledad.
Ayuda a redirigir la atención hacia aspectos positivos de la vida cotidiana, cultivando una mentalidad de abundancia en lugar de carencia. Mantener un diario de gratitud, donde se escriben tres cosas por las que uno está agradecido cada día, no solo mejora el bienestar emocional, sino que también incrementa los sentimientos de conexión y cercanía con los demás.
En particular, la investigación de Emmons y McCullough reveló que las personas que practican la gratitud experimentan mayor satisfacción en sus relaciones y menor sensación de soledad ya que esta tiene la capacidad de nutrir la percepción de que existen personas y momentos valiosos en nuestras vidas, ayudando a combatir la narrativa interna de aislamiento.
Los estudios realizados por Kuo y Sullivan demuestran que el contacto con la naturaleza está asociado a un aumento en el bienestar mental y a una disminución de los sentimientos de soledad y desconexión. Al encontrarnos en entornos naturales, experimentamos una reducción de los niveles de cortisol y estrés, lo cual facilita un estado mental que favorece las conexiones sociales.
La Organización Mundial de la Salud también respalda estas conclusiones, afirmando que el contacto con la naturaleza disminuye el riesgo de depresión y ansiedad. Además, estar en espacios verdes fomenta la posibilidad de interactuar con otros, brindando oportunidades naturales para establecer conexiones sociales informales.
Es una técnica derivada de la terapia cognitivo-conductual que se centra en involucrarse en actividades que generan placer o logros, con el fin de contrarrestar la tendencia al aislamiento que suele acompañar la soledad no deseada. La activación conductual promueve que las personas realicen actividades significativas, aunque en un principio no se sientan motivadas, generando un ciclo positivo donde la actividad incrementa el bienestar y reduce los pensamientos negativos asociados a la soledad.
Un estudio realizado por Martell, Addis y Jacobson destaca cómo esta técnica ha sido eficaz en la reducción de los síntomas de depresión y soledad, ya que ayuda a las personas a recuperar un sentido de propósito ya mejorar sus relaciones sociales al realizar actividades que les permitan interactuar con otros.
Aunque muchas personas intentan rodearse de otras para disminuir el sentimiento de aislamiento, las investigaciones han revelado que el número de interacciones no es tan relevante como su calidad. La teoría de la "intimidad percibida", estudiada por Baumeister y Leary, establece que los humanos tienen una necesidad fundamental de sentir conexión emocional, y que solo a través de interacciones profundas y significativas puede satisfacerse esta necesidad.
Por lo que pasar tiempo conversando con otras personas de manera sincera, compartiendo vulnerabilidades y construyendo relaciones en las que uno pueda sentirse comprendido y apoyado tiene un efecto protector contra la soledad.
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