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Cuando nos gusta alguien, sin que lo notemos conscientemente, nuestro comportamiento cambia. A veces, estos gestos pueden parecer triviales, pero en realidad son señales claras de atracción que, según la psicología, son universales. Aquí te diremos cinco comportamientos comunes que solemos mostrar cuando alguien nos interesa.
Una de las señales más potentes cuando estamos interesados en alguien es el contacto visual. Mirar más tiempo de lo normal a una persona puede ser una señar de estar intentando tener una conexión más profunda. Según un estudio realizado por la Universidad de Harvard, las personas que mantienen el contacto visual durante una conversación, sobre todo cuando hay atracción, tienden a ser vistas por el resto de las personas como cercanas y confiables.
El contacto visual crea una sensación de intimidad. Los expertos en comunicación no verbal sugieren que nuestros ojos revelan muchas emociones, y es común que el cerebro "se enfoque" en la persona que nos gusta, lo que aumenta el tiempo que los miramos sin darnos cuenta.
Otra señal importante es el lenguaje corporal. Es común que, sin darnos cuenta, tengamos una postura más abierta cuando estamos cerca de alguien que nos gusta: tener los brazos y las piernas descruzadas, por ejemplo. Pero lo más interesante es el llamado efecto espejo: tendemos a imitar inconscientemente los movimientos, gestos o posturas de la otra persona.
Este comportamiento es una forma sutil de mostrar que estamos sincronizados con el otro. Al adoptar posturas o gestos similares, estamos, sin querer, creando un vínculo emocional con esa persona.
El sentido del humor es algo crucial en las relaciones humanas y es otro indicador de interés. Si reímos más de lo normal cuando estamos cerca de alguien que nos atrae, incluso ante cosas que no son especialmente graciosas, esto puede deberse a que queremos generar complicidad. Reírse en compañía de otra persona es una de las formas más directas de estrechar lazos.
Varios estudios han demostrado que la reírse junto a alguien nos da una sensación de bienestar y es algo potente a la hora de fortalecer las conexiones emocionales. El hecho de que las personas busquen reír juntas refuerza la idea de que están cómodas entre sí, y que disfrutan de la compañía mutua.
Cuando estamos con alguien que nos gusta, es normal que nos volvamos más cuidadosos con nuestra apariencia. Nos arreglamos el pelo, elegimos bien nuestra ropa, nos retocamos… en definitiva, nos queremos ver bien. Estos gestos nos muestran una inquietud subconsciente por mejorar nuestra imagen para causar una buena impresión.
La psicología social explica que esta manera de actuar es instintiva y está relacionada con nuestra necesidad de parecer atractivos y agradables delante de la persona que nos interesa. No siempre lo hacemos de manera consciente, pero esos pequeños gestos hablan solos, y dicen que estamos buscando destacar o impresionar.
El contacto físico, aunque sea algo muy sutil, es una señal clara de atracción. Cuando estamos interesados en alguien, buscamos excusas para establecer contacto físico, ya sea tocando ligeramente el brazo, la mano, etc. Esto es una forma natural de romper la barrera del espacio personal y acercarse emocionalmente.
Este comportamiento tiene un porqué claro: la necesidad de crear intimidad de una manera suave y sutil. El contacto físico, aunque leve, activa una serie de reacciones en el cerebro que refuerzan la conexión emocional entre dos personas. Incluso pequeños gestos como un roce en la mano pueden hacer que aumenten los niveles de oxitocina, una hormona asociada con el apego y la confianza.
Aunque estos cinco comportamientos son cosas que se suelen salirnos solas cuando nos gusta una persona, la psicología del amor va mucho más allá de lo que podemos percibir a simple vista. Según un estudio del psicólogo Arthur Aron de la Universidad de Stony Brook, cuando nos enamoramos, el cerebro aumenta la actividad de las áreas relacionadas con la recompensa y la motivación. Es por esto por lo que, al ver o hablar con la persona que nos gusta, podemos sentir felicidad, nerviosismo y, a veces, incluso una especie de "adicción" hacia la otra persona.
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