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Septiembre es el mes en el que millones de españoles terminan sus vacaciones y algunos menos las inician. El intercambio de mensajes entre afortunados y resignados se sucede, con deseos cruzados de levedad en el regreso a la rutina y plena armonia con el descanso.
Porque, aunque las vacaciones están asociadas a la tranquilidad, la paz y el descanso hay quienes no logran alcanzarla ni siquiera en la playa. La playa es uno de los pasatiempos favoritos de quienes eligen un sitio de costa en vacaciones. Se cuentan por miles las familias que recurren a alguna de las 12 mejores playas de Andalucía para cerrar el verano.
Muchos plantean la playa como mejor terapia de curación, pero la realidad es la inmensa mayoría de personas que se pasa varios días visitando la arena, bañándose entre las olas o expuesto a los rayos de sol durante varias horas al día termina regresando a sus casas más cansados de lo que se fueron ¿Por que cansa tanto ir a la playa? Existe una razón médica que lo explica.
En ocasiones estar en la toalla leyendo o tomando el sol y al levantarte sentir cómo tu cuerpo está más cansado de cómo estaba al tumbarte por primera vez
No hablamos de ir a la playa en plan deportivo, con palas, balón de fútbol, voleibol o lo que se precie y terminar la jornada nadando hasta alcanzar la bolla más distante que nos alcance la vista. Hablamos de tirarte en la toalla a leer o tomar el sol y sentir cómo tu cuerpo está más cansado de cómo estaba al tumbarte por primera vez. El Dr. Alberto Kramer, médico de Familia de Sociedad Española de Médicos de Atención Primaria (SEMERGEN), pone el foco en el conocido como mecanismo de termorregulación.
Y es que después de estar durante cierto tiempo expuestos al sol nuestro cuerpo empieza a batallar para estabilizar nuestra temperatura corporal habitual. La temperatura a la que nos exponemos es la clave entonces. A mayor termorregulación, mayor gasto energético para perder temperatura y más cansados nos sentiremos antes de lograr alcanzar la situación de confort que buscamos.
La única forma de ajustar nuestro cuerpo es sudando e hidratándonos. Desde el punto de vista médico, con el calor la venas se dilatan y la tensión arterial disminuye. Hemos estado tumbados, supuestamente relajados, incluso puede ser debajo de la sombrilla, sin estar expuestos directamente al sol, y terminamos sintiendo que nuestro cuerpo está más débil.
Esto se debe a que la temperatura ambiental, aún con viento de poniente, siempre aumenta, aunque sea ligeramente, y eso hace que en las horas posteriores se produzca el proceso de autorregulación expuesto por los especialistas.
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