Sueños esféricos
Juan Antonio Solís
Nadie en el mundo más afortunado que Víctor Orta
Nuestro cuerpo habla. Esta afirmación es una realidad empírica que algunos especialistas en comunicación señalan como una parte esencial de la comunicación humana, siendo el 80% no verbal80% no verbal, lo que sugiere que deberíamos prestar más atención a las señales que nuestro cuerpo nos envía y lo que nuestro lenguaje corporal manifiesta sobre nosotros. Así, la capacidad de expresar emociones está estrechamente relacionada con nuestra habilidad para sentirlas. Si es difícil para nosotros expresar y reflejar nuestras emociones, también será difícil sentir empatía por los demás y experimentar lo que sienten. Pero, ¿alguna vez habrías imaginado que una moda como el bótox podría interferir en tu capacidad de empatía? Quizá ya lo habías notado en los rostros de expresión inamovible, congelada, impertérrita, sin importar cuál sea su estado emocional, que has observado en famosos o gente de tu entorno. Sin embargo, el problema de la aplicación de este procedimiento va más allá de la falta de expresión, ya que también afecta la capacidad de comprender las expresiones faciales de los demás, una habilidad humana crucial para la comunicación y la interacción social.
Este fenómeno lo acaban de demostrar investigadores de la Universidad de California en Irvine, quienes han comprobado recientemente los efectos de las inyecciones de bótox en 10 mujeres. El equipo, liderado por Mitchell F. Brin del Departamento de Neurología, evaluó las respuestas cerebrales de las mujeres ante imágenes de rostros sonrientes o enojados utilizando resonancia magnética en dos ocasiones diferentes: antes y después de recibir la inyección de toxina botulínica.
Las resonancias magnéticas mostraron que las inyecciones provocaron cambios en la actividad de la amígdala y el giro fusiforme. La primera es la región cerebral que procesa las reacciones emocionales, mientras que la segunda se encarga de reconocer los rostros. De hecho, una lesión en el giro fusiforme puede causar prosopagnosia, una condición que impide reconocer los rostros de las personas. Esta última condición, está provocada por un accidente cerebrovascular, un tumor cerebral y, en menor medida, por traumatismos craneoencefálicos o infecciones que afectan al Sistema Nervioso Central.
En el estudio, afirman los autores, los pinchazos de bótox modulaban la actividad de la amígdala ante rostros felices y tristes, así como la del giro fusiforme en el caso de los rostros felices. Esto confirman la creciente evidencia de que la inhibición de los músculos faciales puede alterar la actividad cerebral en el procesamiento de las emociones.
El estudio, publicado en Nature Scientific Reports, se basa en la hipótesis de la retroalimentación facial, que sugiere que contraemos o relajamos los músculos de la cara para imitar la expresión que estamos viendo, lo que nos permite experimentarla y reconocerla.
En otras palabras, si sentimos empatía por la persona con la que estamos interactuando, es porque estamos reproduciendo inconscientemente las expresiones que vemos, aunque en menor medida. El bótox, al impedir esta reproducción en zonas de expresión emocional o de respuesta a lo que percibimos de otros, afectaría este mecanismo social. Asimismo, otro estudio realizado en la Universidad de Duke encontró que las personas que habían recibido bótox tenían más dificultades para experimentar emociones intensas, tanto positivas como negativas.
Más allá de sus efectos negativos, en los que también mencionamos los casos de botulismobotulismo en operaciones estéticas en Turquía, existe cierta evidencia preliminar que sugiere que esta toxina puede tener algunos efectos positivos en la depresión. Sin embargo, esta evidencia es limitada y aún no está totalmente clara.
En el año 2017, científicos de la Universidad de California en San Diego realizaron un estudio que consistió en revisar las bases de datos de efectos secundarios del sistema de vigilancia de medicamentos de Estados Unidos. Los resultados del estudio demostraron que el uso de toxina botulínica se relacionaba con una disminución en las tasas de depresión en comparación con los pacientes que se sometían a distintos tratamientos para las mismas afecciones. Según sus hallazgos, la depresión fue reportada entre 40 y 88% menos frecuentemente por los pacientes tratados con 'Botox' para seis de las ocho condiciones y sitios de inyección.
"Durante años, los clínicos han observado que el 'Botox' inyectado por razones cosméticas parece aliviar la depresión de sus pacientes. Se ha pensado que el alivio de las líneas severas del ceño en la región de la frente interrumpe un bucle de retroalimentación que refuerza las emociones negativas. Pero hemos encontrado aquí que el mecanismo puede ser más complejo, porque realmente no importa dónde se inyecte el 'Botox'", explica el líder del estudio, Ruben Abagyan.
La teoría detrás del posible efecto positivo del bótox en la depresión es que las toxinas botulínicas puedan llegar a las áreas del sistema nervioso central que están involucradas en la regulación del estado de ánimo y las emociones. Otra posibilidad es que las uniones neuromusculares que son afectadas por el bótox puedan comunicarse directamente con el cerebro. Por último, se considera que el éxito del bótox en el tratamiento de afecciones crónicas que pueden contribuir a la ansiedad también podría tener un efecto indirecto en el alivio de la depresión como trastorno de salud mental.
En cualquier caso, es importante tener en cuenta que el bótox no es un tratamiento de primera línea para la depresión y no debe ser utilizado como un sustituto de otras terapias y tratamientos efectivos para la depresión, como la terapia cognitivo-conductual y los antidepresivos Además, no todas las personas que reciben bótox experimentan una disminución en su capacidad de empatía, ya que este efecto podría depender de factores individuales y del tipo de tratamiento que se reciba.
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