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La conocida y temida depresión post-vacacional ya asoma sus garras amenazando con arrebatarnos los últimos rayos de sol de un verano que ya roza el ocaso. La vuelta a la rutina parece un castigo que nos aleja de las jornadas de descanso, ocio y desconexión y nos vuelve a poner en el punto de partida. Sin embargo, según los expertos, recuperar la rutina es más positivo para tu salud de lo que piensas. Los beneficios son físicos y mentales. Aquí repasaremos algunos de ellos.
Durante el verano, los buenos hábitos para llegar en forma a esta estación se pierden en su camino. Las vacaciones están hechas de jornadas con amigos en las que se bebe y se come más. Además, nos permitimos caprichos azucarados que no solemos tomar el resto del año. Estos excesos alimentarios y poca actividad física comportan en muchos casos un desequilibrio en la ingesta y el gasto de energía. O lo que es lo mismo, ganar peso.
Con la llegada de la rutina, los horarios y el movimiento propio de las tareas del día a día, es mucho más fácil planificar los menús semanales y hacerlos más equilibrados, así como realizar más ejercicio físico. Esto va a ayudarnos a mantener los kilos a raya y también la glucosa en sangre.
Los hábitos diarios nos ayudan a ser más productivos. El motivo radica en que repetir tareas, patrones o procesos puede ayudarnos a desarrollar habilidades e invertir menos tiempo en ellas. Esto puede ayudarte a no acumular trabajo o sentirte presionado. Como resultado, esto se traduce en beneficios de eficiencia y satisfacción.
Recuperar los horarios, las tareas y las responsabilidades, es vital para nuestra mente. La rutina, pese a lo poco evocador que sugiere el término, es gasolina para nuestro cerebro y nuestro estado de ánimo.
Asimismo, como hemos mencionado, automatizar actos cotidianos libera espacio mental para dedicarlo a asuntos más relevantes o creativos. Además, nos permite establecer patrones para llevar una vida ordenada en la que encontramos el equilibrio y la estabilidad emocional.
Las vacaciones están hechas para descansar, pero también para trasnochar. Los horarios tambalean y nos permitimos también levantarnos más tarde. Pero esto no significa que descansemos más o mejor.
De hecho, por paradójico que parezca, en verano dormimos menos por los efectos del calor y las horas de luz. Además, no siempre resultan tranquilas, y si tenemos que aprovechar días concretos, rechazamos las horas de sueño por las actividades pendientes.
Los viajes, las compras, las reuniones con amigos y todas las cervecitas en el chiringuito, acaban por dejar huella en nuestro bolsillo. La rutina es el freno perfecto para empezar a llenar de nuevo la hucha y parar el gasto compulsivo.
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