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Un evento traumático o situaciones que provocan estrés podrían estar detrás de la ansiedad, el problema de salud mental más común en nuestro país, pues afecta al 6,7% de la población, según los datos del Ministerio de Sanidad. En el mundo, la Organización Mundial de la Salud (OMS) señala que, en 2019, más de 300 millones de personas sufrían este trastorno.
Al igual que una dieta saludable, en la que predominen hábitos como reducir el consumo de alcohol y café, ingerir proteínas en el desayuno o tomar hidratos de carbono complejos, nos ayuda para combatir la ansiedad, también hay alimentos que podrían aumentar la posibilidad de sufrir este trastorno, como desvela el estudio realizado por un grupo de científicos y nutriólogos de Hangzhou (China), que ha sido publicado en la revista Pnas.
La investigación, en la que se han analizado datos de 141.000 personas en un período de tiempo superior a los 11 años, revela que consumir de manera habitual fritos, sobre todo las patatas, aumenta en un 12% el riesgo de sufrir ansiedad y en un 7% el de padecer depresión, en comparación con los que no comen estos alimentos fritos.
Aunque los autores del estudio señalaron que los resultados eran preliminares, pues, como indicaron a la CNN en declaraciones que recoge el diario La Razón, "no está necesariamente claro si los alimentos fritos están provocando problemas de salud mental o si son las personas que experimenta síntomas de depresión o ansiedad las que recurren a la ingesta de alimentos fritos".
La clave para los investigadores es que una mala alimentación, que conllevará a una nutrición deficiente, puede mermar el estado de ánimo y que, por lo tanto, un trastorno mental progrese, como cuentan en su estudio los científicos y nutriólogos de la ciudad china, citando a otros que se realizaron anteriormente.
Los investigadores creen que la acrilamida estaría detrás de este posible aumento del riesgo de sufrir ansiedad o depresión. Una sustancia química que, según La Asociación Española de Seguridad Alimentaria y Nutrición (AESAN) "se crea de forma natural en productos alimenticios que contienen almidón durante procesos de cocinado cotidianos a altas temperaturas (fritura, tostado, asado y también durante procesos industriales a 120 ºC y a baja humedad)".
Una exposición prolongada a la acrilamida "induce ansiedad y comportamientos depresivos a través de la neuroinflamación mediada por el estrés oxidativo", escriben los investigadores, que referencian a otro trabajo en el que se expuso esta sustancia a peces. Al cabo de un tiempo, estos pasaron a habitar en los lugares oscuros de su acuario, una señal que indica, en su especie, un mayor nivel de ansiedad.
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