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¿Por qué tenemos más afinidad con unas personas que con otras?

Investigación y Tecnología

Dos personas pueden sentirse unidas casi al instante si ven en el otro algo familiar, algo que resuena con su propia identidad

Laura Sánchez (Psicóloga): "La afinidad emocional surge cuando reconocemos en el otro una capacidad para entender y validar nuestros sentimientos"

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Vivir las mismas experiencias pasadas hace que las personas tengan más afinidad / Freepik

'No tenemos feeling', 'Somos almas gemelas', 'No hablamos el mismo lenguaje' o 'Hay química entre nosotros' son algunas frases que usamos para explicar la afinidad que tenemos o que no tenemos con una persona, independientemente del ámbito en el que se haya cruzado en nuestro camino.

Desde el primer momento en el que conocemos a alguien, unas veces parece que las conexiones fluyen y otras veces, por más que lo intentamos, hay una barrera invisible que nos separa y que siempre nos separará. Para entender por qué algunas personas parecen atraer nuestra simpatía de manera casi instantánea y otras no tanto, debemos hacer un pequeño viaje hacia el interior de nuestra mente y de nuestros sentimientos.

Cuestión de personalidad

Carl Jung, uno de los padres de la psicología moderna, hablaba en sus teorías del concepto de arquetipos y tipos de personalidad y explicaba que "cada uno de nosotros posee un conjunto de características innatas que influyen en cómo percibimos el mundo y nos relacionamos con los demás". Esos arquetipos, en gran medida inconscientes, nos llevan a sentirnos atraídos por personas que reflejan aspectos de nosotros mismos o que complementan aquello que nos falta. Así, dos personas pueden sentirse unidas, de manera inexplicable, casi al instante si ven en el otro algo familiar, algo que resuena con su propia identidad.

Por su parte, el psicólogo social David Lieberman sostiene que la afinidad es una combinación de biología y entorno. "La biología establece los cimientos de cómo interactuamos con el mundo, pero nuestro entorno social y nuestras experiencias de vida van moldeando nuestras preferencias y afinidades", afirma. Esto significa que, aunque parte de nuestra tendencia a conectar con ciertas personas tiene una base biológica, nuestras vivencias también desempeñan un papel vital. Por ejemplo, si hemos crecido en un entorno donde el humor es una forma de afrontar las dificultades, es probable que nos sintamos más cómodos con personas que también usan el humor como una herramienta emocional. Si, por otro lado, hemos sido criados en un entorno más racional, quizás nos sintamos más atraídos por personas que usan pensamientos más lógicos y estructurados en su manera de relacionarse.

Afinidad emocional

Más allá de la personalidad y del entorno, nuestras emociones juegan un papel fundamental ya que son una especie de lenguaje universal que todos compartimos, pero las formas en la que las expresamos y las entendemos varían de unas a otras. En este sentido, la psicóloga clínica Laura Sánchez explica que "la afinidad emocional surge cuando reconocemos en el otro una capacidad para entender y validar nuestros sentimientos. Esa comprensión mutua nos hace sentir seguros, como si hubiéramos encontrado un lugar donde ser nosotros mismos sin temor al juicio". Esta sintonía emocional no es siempre fácil de encontrar, pero cuando aparece, se crean lazos muy profundos y duraderos.

En este sentido, es importante recordar que la afinidad no se trata solo de similitud, sino también de complementación. A veces, nos sentimos atraídos por personas que parecen llenar vacíos emocionales en nuestra vida. Si somos personas tímidas o inseguras, es posible que nos sintamos atraídos por alguien con una personalidad más extrovertida, ya que esa energía opuesta puede equilibrarnos. Esto no significa que necesitemos a otra persona para "completarnos" como si fuera "nuestra media naranja", sino que en esa conexión encontramos una especie de armonía.

Afinidad personal

El hecho de que tengamos más afinidad con una persona que con otra también está aparejada a nuestra historia personal, de tal forma que, según nuestras experiencias pasadas, especialmente las relacionadas con el apego y las primeras relaciones, van a tener una influencia en nuestras afinidades.

John Bowlby, creador de la teoría del apego, demostró que los patrones de interacción que aprendemos en la infancia con nuestros cuidadores moldean nuestra forma de relacionarnos en la etapa adulta. Si en nuestra infancia nos sentimos seguros y apoyados, tendremos tendencia a buscar relaciones que reflejen ese mismo tipo de seguridad emocional. En cambio, si crecimos en un entorno inestable o lleno de incertidumbre, es posible que busquemos, aunque sea de manera inconsciente, personas que repliquen a esos patrones, aunque sacrifiquemos nuestro bienestar emocional.

En palabras del neurocientífico James Coan, "nuestra biología está diseñada para buscar conexiones porque, en el fondo, la conexión humana es una cuestión de supervivencia. La evolución nos ha moldeado para buscar seguridad en los demás".

Sin embargo, no todas las relaciones de afinidad están destinadas a durar, aunque nos empeñemos en que sí y busquemos el más mínimo indicio que pueda justificar el argumento de autoconvencimiento que tenemos en nuestra cabeza.

La afinidad es un fenómeno dinámico y debemos aceptar que, al igual que nuestras vidas cambian, nuestras conexiones con los demás también lo hacen. A veces, lo que nos atraía en un principio de una persona puede desaparecer con el tiempo y eso no significa que esas relaciones fueran superficiales, que no le hayas importado a esa persona o que ella no te haya importado a ti, sino que es una explicación para entender que nuestras emociones y necesidades van cambiando con el tiempo.

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