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Se han convertido en un objeto indispensable, el producto más codiciado y vendido de este 2020. Un arma para combatir al enemigo público cuando no se puede garantizar una distancia de seguridad que puede resultar letal. Sin duda, si intentamos trasladarnos a nuestra vida de antes de la pandemia, recordaremos que apenas nadie utilizaba las mascarillas faciales. Sin embargo, de un día para otro, hemos tenido que acostumbrarnos a que este utensilio forme parte de la vida diaria de cada individuo del planeta.
El camino no ha sido fácil, primero por la falta de abastecimiento inicial, y segundo, por el gran desconocimiento sobre ellas. Las cuestiones y las fases han sido varias: ¿Qué tipos de mascarillas hay? ¿Cuáles debo usar? ¿Cuántas horas? ¿Se pueden reutilizar ¿Cómo? A día de hoy, cuando el uso de mascarillas se ha extendido a nivel global, aún muchas de estas cuestiones siguen sin tener una clara respuesta, lo que crea una confusión entre la población.
Pese a que su uso ya se está reduciendo en algunos países como Israel o EE.UU, a medida que la vacunación y los datos epidemiológicos mejoran (en España se prevé que su uso deje de ser obligatorio en los meses de verano en espacios al aire libre), las mascarillas seguirán siendo un producto de uso necesario a largo plazo y hay dos aspectos importantes a tener en cuenta: el impacto ambiental derivado del consumo masivo de mascarillas desechables y su efecto en la salud humana por el uso prolongado y diario de las mismas.
Un mal uso de la misma puede ser peor que no llevarla puesta, de ahí que es muy importante que desde el primer momento en el que nos la pongamos evitemos tocarla o quitárnosla lo menos posible. Pero más allá de estos problemas obvios, las autoras del estudio publicado en The conversation ya han analizado los síntomas adversos que su uso puede tener a largo plazo.
Sobre los efectos de la salud humana, sus autoras indican que uno de los efectos negativos más recurrentes y que ha experimentado gran parte de la población es el acné y las irritaciones faciales ''debido al taponamiento de los poros que provocan la humedad y el vapor que se generan al respirar y al hablar con la mascarilla puesta.''
Por otro lado, indican de las consecuencias adversas a la hora de realizar deporte ya que puede causar algún tipo de alteración cardiovascular, neumotórax espontáneo y daños pulmonares.
A este respecto, los compuestos analizados en las mascarillas -analizaron las KN95, FFP2, FFP3 y reutilizables de tela- podían contener niveles de plastificantes y aditivos que al ser inhalados podrían resultar peligrosos. Los resultados mostraron que ''únicamente en torno a un 10 % de los plastificantes presentes en cada mascarilla eran inhalados durante su uso, con la excepción de las mascarillas de tela reutilizables''.
En estas últimas no encontraron ningún aditivo que pudiera resultar extraño, sus efectos adversos en este sentido eran nulos. En tanto a los analizados en el resto, el umbral de toxicidad o riesgo estaba muy por debajo de un umbral que pudiera ser peligroso para la salud.
A raíz de la pandemia, se ha observado un incremento en la producción y consumo de material plástico, sobre todo de usar y tirar.
El consumo masivo de mascarillas desechables genera una gran cantidad de residuos que no pueden ser reciclados. Teniendo en cuenta la cantidad de mascarillas utilizadas a nivel mundial, así como su peso (entre 2,5 gramos las higiénicas y 7 gramos las de tela), estaríamos generando entre 0,2 y 6,3 millones de toneladas anuales de residuos de mascarillas faciales.
Según un informe del WWF, cada mes se estarían introduciendo en los ecosistemas acuáticos y terrestres un total de 10 millones de mascarillas debido a una mala gestión de residuos.
Una vez en el medio, estas mascarillas se degradan lentamente formando partículas más pequeñas, los microplásticos. Por otro lado, también se produce la liberación al medio de los aditivos químicos. En el caso de los plastificantes organofosforados, estaríamos emitiendo al ambiente entre 20 y 18 000 kg, que se sumarían a los niveles de estos compuestos que ya afectan a la vida de organismos acuáticos y terrestres.
El menor impacto ambiental se produciría con el uso de las mascarillas de tela reutilizables. Además de que generaríamos menor cantidad de residuos, provocaríamos menor dispersión en el medio de compuestos contaminantes.
Las conclusiones del estudio muestran que, teniendo en cuenta ambos factores mencionados, recomiendan el uso de mascarillas FFP2 en ambientes interiores, descartando el uso de las mascarillas KN95.
De entre las diferentes opciones de mascarillas FFP2, son preferibles las que pueden ser utilizadas durante dos días ya que minimizan la generación de residuos frente a otras opciones FFP2 cuya aplicación se restringe a un único día.
En lo que se refiere a las mascarillas para ambientes exteriores, es preferible el uso de mascarillas de tela reutilizables frente a las quirúrgicas. Las primeras retienen completamente los plastificantes evitando su inhalación y, al poder reutilizarse entre 20 y 50 veces, generan un menor volumen de residuos. Asimismo, son una opción más económica a medio plazo.
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