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Las superbacterias son cepas de bacterias resistentes a los antibióticos que cada vez mata más a personas y que se están instalando de manera silenciosa entre la población mundial. Supone una amenaza mucho mayor que la Covid-19 porque si bien es cierto que no es tan impactante en el momento, las superbacterias pasan más desapercibidas y es la razón por la cual han sido bautizadas como "pandemia silenciosa".
La Organización Mundial de la Salud asegura que supone un riesgo para la salud. En Europa, son ya decenas de miles de vidas las que se lleva por delante cada año y en todo el mundo, asciende a más de un millón. Realmente, las predicciones no son optimistas. En este sentido, según estudios recientes publicados por el Centro Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) indican que "En pocas décadas, las infecciones por resistencia a antibióticos podrían convertirse en la primera causa de muerte en todo el mundo y, además, producirán pérdidas anuales de entre 2000 y 6000 millones de euros derivadas de gastos de hospitalización y de pérdida de horas de trabajo".
No es el único organismo que alerta de esta gran amenaza sanitaria. Hace aproximadamente un mes que la OCU publicó un estudio en el que planteaba la pregunta de si nos estábamos haciendo resistentes a los antibióticos porque, debido a un uso irresponsable de su consumo, se estaba creando una multirresistencia a las bacterias. De todas formas, esta no es la única razón por la cual aparecen las superbacterias.
Desde la segunda mitad del siglo pasado, el uso indebido de los medicamentos es la causa principal de esta gran amenaza para la salud global, por lo que es necesario fomentar un uso responsable de los antibióticos en el ámbito hospitalario, pero también en el veterinario. Para ello, se recomienda seguir las indicaciones de los Planes Nacionales de Resistencia a los Antibióticos (PRAN).
En los hospitales, las bacterias multirresistentes producen infecciones difíciles de tratar, lo que supone un incremento de las tasas de mortalidad de los pacientes y, a su vez, eleva el coste asociado a la gestión y el control de estas infecciones. La UCI es la unidad donde más se nota este problema afectando a un 50% de los pacientes y además se duplica el riesgo de muerte debido a la colonización de bacterias.
El último informe de la OMS muestra que ninguno de los antibióticos actualmente en desarrollo va dirigido contra las bacterias Gramnegativas multirresistentes (entre las que se incluyen las más preocupantes desde el punto de vista de la resistencia a antibióticos). Además, la OMS señala que, de los once nuevos antibióticos aprobados desde 2017, solo dos representan una nueva clase de antibióticos, por lo que la mayor parte de los nuevos compuestos son fácilmente bloqueados por las bacterias.
La globalización actual facilita enormemente la dispersión de las bacterias resistentes por todos los continentes y en un tiempo récord; como se ha comprobado recientemente con la pandemia del coronavirus SARS-CoV-2 (COVID-19).
El aumento de las temperaturas también trae un aumento de infecciones que se resisten a los medicamentos, por lo que el cambio en el medio ambiente está favoreciendo que se propaguen enfermedades bacterianas. Una buena gestión medioambiental ayudaría a controlar la propagación de las bacterias resistentes.
Si bien es cierto que supone una gran amenaza sanitaria, no está todo perdido ya que el CSIC da unas recomendaciones para poder gestionarla. El equipo de Inmaculada Pérez Dorado, del Instituto de Química Física Blas Cabrera IQF, estudia los mecanismos moleculares implicados en procesos de virulencia y patogénesis causados por bacterias y hongos y busca nuevos fármacos antimicrobianos. Para ello, hacen una caracterización de la estructura de proteínas localizadas tanto en la membrana como en la superficie de bacterias y hongos. Este conocimiento permite identificar nuevas dianas terapéuticas y aporta información para desarrollar nuevas estrategias antimicrobianas.
Los plásmidos son moléculas de ADN que desempeñan un papel crucial en la ecología y la evolución bacterianas porque transmiten los genes horizontalmente entre distintas bacterias. A diferencia de la transmisión vertical, que sería de padres a hijos, la horizontal permite que cualquier bacteria pueda intercambiar esta información genética.
De esta forma, los genes de una bacteria que hayan mutado y lleguen a crear resistencia a los fármacos, puede transmitirla a sus compañeras mediante estas moléculas. El procedimiento sería comparable a una memoria USB mediante la cual pueden intercambiarse las bacterias y los plásmidos serían el principal vehículo para la propagación de genes de resistencia a los antibióticos entre bacterias clínicamente relevantes.
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