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La Navidad es una época de caos en la que el consumismo es el protagonista. Pecamos en el exceso de compras, no solo de comidas, sino también en los regalos, sobre todo a los niños. Con eso de que la Navidad está pensada para ellos, a veces adulto y menor no están sincronizados.
Muchos adultos compran muchos regalos porque piensan que los pequeños van a estar más contentos. Realmente, el problema de que un niño reciba tantos regalos es que la mayoría de sus familiares no se paran a pensar si al niño le hace feliz todo lo que tiene delante de sus ojos.
Al niño le hace ilusión abrir los regalos, pero cuando ha terminado, no sabe muy bien qué hacer con ellos, sintiendo una mezcla de desilusión, insatisfacción y sobreestimulación porque se regala más de lo que el niño necesita y más de lo que sus emociones pueden aceptar. La mayoría de las personas no es consciente, pero esta costumbre tiene una repercusión negativa en su mente y, a largo plazo, en la conducta.
¿Sabías que un niño que recibe tantos regalos está sobrepasado y casi no les presta atención? Solo tiene capacidad para coger uno y obviar el resto. Es normal que los niños deseen cosas, porque esa es la dinámica de las sociedades consumistas y por lo tanto "ellos piden sin medida". Según el sociólogo, Francesc Núñez Mosteo, "el problema, en realidad, es de los padres" que "son incapaces de contenerse y de asumir las consecuencias que puede tener negar regalos a los hijos. Prefieren claudicar ante las protestas de los hijos o bien ceder a la satisfacción propia que les da contribuir a los deseos de los hijos".
La mente de un niño funciona diferente a la de un adulto, por lo que al niño le va a costar digerir toda esa cantidad de estímulos. Los niños acaban saturados y sin ilusión o, al menos, no la mantienen hasta el último regalo que reciben. "El mecanismo de las sociedades consumistas", prosigue Núñez Mosteo, "es anhelar y generar expectativas y placer hacia los objetos". Esto hace que muchos de los regalos que los más pequeños piden sean impulsos del momento y que su felicidad sea inmediata pero de corta duración porque ya ha conseguido el objeto que deseaba. Una vez que lo tiene, ya no le hace ilusión y no lo disfruta.
Esto no hace más que provocar una frustración tras otra, acompañada de una insatisfacción permanente porque siempre quieren más. Ellos no valoran el regalo en sí, sino la cantidad recibida, por lo que en el futuro, se espera que tengan comportamientos exigentes y egocéntricos.
Para limitar el número de cosas que pueden entrar por la casa, es recomendable aplicar la regla de los cuatro regalos. La idea es que cuando los menores hagan la carta para los Reyes Magos pidan algo para leer, algo que pueda ponerse (zapatos, ropa, complementos), algo que realmente necesiten y algo que deseen mucho. "Es una manera de poner sensatez y buscar una lógica que sea aceptable para las familias para poner límites a esta situación", afirma Núñez.
Es difícil cambiar la mentalidad de las familias cuando la base está en el sistema, la propia sociedad y el bombardeo publicitario que van metiendo por los sentidos desde meses anteriores a las fiestas teniendo como público objetivo a los más pequeños de la casa ya que es un consumidor muy visible con mucha influencia, pese a que no serán quienes compren el producto.
Para la profesora de Marketing de UOC, Neus Soler, "este público objetivo está también en el punto de mira del marketing de género, imponen unos colores a los productos desde muy pequeños para determinar a quién va dirigido y de este modo", concluye la experta, "se marca a los futuros consumidores".
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