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Los catarros son lo más común en estos meses de frío. Tos, mucosidad o fiebre son los síntomas más comunes a tener en cuenta cuando llega la temporada de invierno pero, ¿cómo saber que padecemos un resfriado común y no algo más serio como una bronquiolitis?
El resfriado común es una simple infección banal producida en el aparato respiratorio, que llega a afectar a personas de cualquier edad, aunque predomina en niños de entre un y tres años de edad, debido a su inmaduro sistema inmunitario. Pese a que no es un problema grave, puede complicarse si afecta a niños muy pequeños o personas con una menor inmunidad.
Estos catarros, producidos en su mayoría por cuadros virales como el adenovirus o el rinovirus, atacan a las vías respiratorias superiores, produciendo la tos y la congestión nasal, llegando a producir fiebre en algunos de los casos.
La forma de tratar estos resfriados suele ser aliviando los síntomas que han provocado la infección. No obstante, y al tener unas manifestaciones muy leves, no suele requerir un tratamiento médico. Los medicamentos utilizados suelen ser antitérmicos (en el caso de fiebre) y, en niños más mayores, se llegan a emplear antitusivos o descongestivos.
Sin embargo, si la infección pasa a las vías respiratorias inferiores, estaremos ante un cuadro de bronquiolitis, que puede generar problemas algo más importantes.
Esta infección se trata de una inflamación de los bronquios finos, conocidos como bronquíolos, de donde viene su nombre. Los bronquíolos son el hilo conductor del aire que respiramos, pasando desde los bronquios hasta los alvéolos, que es el punto donde se genera el intercambio de oxígeno del aire. En resumen, es en estos alvéolos donde se oxigena la sangre del organismo, para que pueda transportar el oxígeno a todo el cuerpo.
Esta infección puede llegar a ser peligrosa según la edad de quien la contraiga, pudiendo llegar a dificultar el paso del aire a su organismo, provocando una dificultad respiratoria que puede derivar en un tiraje corporal, por lo que habría que acudir inmediatamente al médico.
Para este tipo de enfermedades existe un tratamiento de prevención que se administra hasta los dos años de edad en niños con extremo riesgo, que puede llegar a disminuir los cuadros de bronquiolitis, así como sus síntomas más comunes, tales como la fatiga, fiebre, tos o cansancio, entre otros.
A diferencia del catarro común, la bronquiolitis necesita de un tratamiento médico, normalmente administrado por aerosoles, consiguiendo facilitar la entrada del aire en el organismo. En los casos más graves, es posible que se requiera una hospitalización médica para llevar un control más exhaustivo.
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