Todos tenemos la necesidad de controlar y si no es tu caso, seguro que se te viene alguien de tu entorno a la cabeza que tiene esta obsesión. La necesidad de tener todo bajo control tiene un trasfondo psicológico que está arraigado en nuestro instinto como garantía de supervivencia y método que nos da seguridad.
La capacidad de prever y gestionar las amenazas permitió a nuestros antepasados evitar peligros potenciales, asegurando así la continuidad de la especie. Este impulso evolutivo ha dejado una huella profunda en nuestra psique, llevándonos a buscar constantemente maneras de mantener el dominio sobre nuestro entorno.
Además del componente evolutivo, la necesidad de control también está vinculada a la ansiedad y el miedo. Viviendo en un mundo de incertidumbres, la idea de tener el control nos aporta seguridad emocional, de tal manera que controlar las circunstancias puede tomarse como un escudo protector contra el caos y los imprevistos que, también son propios de la vida diaria.
Consecuencias de la obsesión por el control
Aunque la búsqueda del control puede tener raíces evolutivas y psicológicas comprensibles, querer tenerlo todo controlado puede convertirse en un comportamiento obsesivo que trae algunas consecuencias negativas como las que se muestran a continuación:
- Estrés y ansiedad. La obsesión por querer tenerlo todo controlado te lleva a un nivel constante de estrés y ansiedad. Hay que comprender que la vida es impredecible y es imposible tenerlo todo en tus manos ya que este comportamiento rígido crea una carga emocional abrumadora. Si eres capaz de ser flexible y dejar una puerta abierta a la incertidumbre, liberarás mucho peso emocional que, de lo contrario, afectará a tu salud mental.
- Relaciones interpersonales afectadas. En el ámbito de las relaciones, la obsesión por el control puede traducirse en comportamientos posesivos y demandantes. La falta de flexibilidad y la necesidad de que todo siga un plan predeterminado pueden crear tensiones en las amistades, la familia, las relaciones de pareja e, incluso, en las relaciones con los hijos.
- Falta de adaptabilidad. La obsesión por el control a menudo va de la mano con una resistencia a adaptarse a situaciones nuevas o a aquellas que son inesperadas, pero la vida está en constante cambio y la inflexibilidad que te empuja a buscar el control de todo puede limitar la capacidad de adaptación a circunstancias inevitablemente cambiantes, lo que a su vez obstaculiza el crecimiento personal.
- Perfeccionismo paralizante. Aquellos obsesionados con el control a veces caen en la trampa del perfeccionismo, donde cada tarea debe realizarse de manera impecable. Esto puede llevar a la parálisis por el miedo al error, impidiendo la toma de decisiones y la consecuente progresión en la vida. Aquí es bueno poner en práctica la frase: "Mejor hecho que perfecto".
- Aislamiento emocional. La necesidad constante de controlar puede llevar al aislamiento emocional, ya que la vulnerabilidad y la apertura a la experiencia humana pueden percibirse como amenazas para ese sentido de dominio, por lo que puede desconectarte emocionalmente de los demás y de ti mismo.
Caminos hacia un equilibrio saludable
Para poder tener una vida más tranquila y equilibrada, es importante reconocer y abordar esta obsesión por el control, pero, ¿cómo puedes ponerlo en práctica?
- Practica la aceptación. Aceptar la realidad de que no podemos controlar es la base para reducir el estrés y la ansiedad. No se trata de tirar la toalla. Aceptar implica tener la capacidad de adaptarse y responder de manera efectiva a las circunstancias.
- Desarrolla la resiliencia. Si eres capaz de llevar las riendas, afrontarás las adversidades de manera constructiva, por lo que será más fácil adaptarte a los cambios y estarás emocionalmente más fuerte.
- Fomenta la flexibilidad. Un comportamiento mentalmente flexible ayuda a llevar mejor la incertidumbre y los imprevistos, fomentando tu capacidad de adaptación a cualquier circunstancia y permitiéndote estar más abierto al aprendizaje de la propia experiencia.
- Busca apoyo. Compartir las preocupaciones con amigos, familiares o profesionales de la salud mental puede proporcionar una perspectiva externa valiosa. El apoyo social te ayuda a soltar parte de la carga emocional y ofrecer nuevas formas de afrontar la vida.
- Desarrolla la conciencia plena. La práctica de la atención plena o mindfulness puede ser una herramienta poderosa para reducir la necesidad de control. Aprender a crear conciencia del momento presente puede disminuir la ansiedad sobre el futuro y promover una mayor tranquilidad.