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Consumo alcohol
La creencia popular extendida de que el consumo moderado de alcohol puede resultar beneficioso para la salud ,es una excusa más para consumirla bajo cualquier pretexto: desde una reunión con amigos hasta como medicina para los 'males' del día. En este sentido, pese a los supuestos efectos beneficiosos que se ensalzan de su consumo moderado, no existe prueba científica que confirme un nivel de consumo seguro de alcohol. De hecho, no consumir es lo único que evita sus efectos perjudiciales.
La epilepsia, un trastorno neurológico común asociado a la estigmatización, las comorbilidades psiquiátricas y el aumento de los costes sanitarios, afecta a unos 50 millones de personas en todo el mundo. Un factor de riesgo común asociado al desarrollo de la epilepsia y las convulsiones es el consumo de alcohol.
La mayoría de la investigación sobre la relación entre el alcohol y la epilepsia se ha centrado en determinar si el alcohol o su síndrome de abstinencia son capaces de provocar ataques epilépticos. Pero la investigación ha indagado mucho menos sobre la implicación del alcohol en los ataques aparentemente no provocados que caracterizan la enfermedad.
En esta línea, un trabajo publicado en el medio especializado Drug and Alcohol Dependence ha concluido que el consumo de alcohol puede constituir un factor de riesgo para desarrollar epilepsia.
Los resultados sugirieron que, en general, los bebedores de alcohol tenían un riesgo significativamente mayor de desarrollar epilepsia, en comparación con los no bebedores. El análisis de los estudios de casos y controles reveló una relación dosis-respuesta positiva y significativa, lo que implica que el riesgo de epilepsia aumenta con el incremento de la ingesta de alcohol.
Curiosamente, los datos de estudios de cohortes recientes contradicen estos hallazgos, lo que implica que no existe una asociación entre el consumo de alcohol y la epilepsia. Esto se debe a que existen limitaciones en estos estudios. Entre ellas, exponen que los estudios de caso únicamente se estudiaron en los seis meses previos a la aparición de los episodios epilépticos.
En consecuencia, lo que los autores del artículo presente notan es que los estudios de caso tienden a encontrar una relación positiva entre la dosis de alcohol y el riesgo de sufrir episodios epilépticos no controlados, mientras que los estudios de cohorte concluyen que el consumo moderado de alcohol reduce levemente el riesgo.
Lo que subrayan, aquí, es que los estudios de caso tienen más riesgo de sesgo, mientras que los estudios de cohorte son más sólidos en enfermedades de alta incidencia (como es el caso de la epilepsia). "Se necesitan más estudios de cohortes de gran tamaño en la población general para afirmar una relación causal definitiva entre el consumo de alcohol y la epilepsia y para identificar un posible umbral", sugieren los investigadores.
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