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La insulina llegó en 1921 para cambiar el curso de la diabetes. Fueron los investigadores canadienses Frederick Banting y Charles Best quienes, después de desarrollar en la universidad sus trabajos de investigación con perros, comunicaron los primeros hallazgos de lo que sería la insulina en un congreso de la American Physiological Society, en Yale. Hoy día, aquel descubrimiento permite mejorar la calidad de vida de cerca de 425 millones de personas que padecen diabetes en el mundo. Según explica el doctor Francisco Tinahones, presidente de la Sociedad Española para el Estudio de la Obesidad (Seedo), la insulina ha salvado millones de vidas. “Antes del descubrimiento de la insulina la diabetes tipo 1 no tenía tratamiento y la mortalidad era elevada y a corto plazo. La insulina ha cambiado radicalmente el panorama del tratamiento de la diabetes tipo 1 y en algunos tipos de diabetes tipo 2 que también la necesitan para sobrevivir”, afirma.
Las insulinas han evolucionado enormemente en las últimas décadas tanto en los procesos de fabricación como en su aplicación. “Se han producido cambios muy importantes, ya que se han desarrollado insulinas que se adecuan mejor a lo que el paciente con diabetes necesita. Al no tener insulina hay que remedar lo que hace el páncreas. Hace falta una secreción de insulina basal de larga duración que se mantenga estable las 24 horas y luego insulinas rápidas para metabolizar los hidratos de carbono de cada ingesta”, explica el doctor Tinahones. Se han desarrollado durante todos estos años insulinas basales que duran 24 horas por lo que es necesario solo una inyección al día y además su acción es más estable durante este tiempo por lo que se ha reducido de forma importante las hipoglucemias. Asimismo, se han desarrollado insulinas más rápidas para poner antes de las comidas y que actúen solo durante ese tiempo postprandial.
A la hora de analizar la posible llegada futura de insulinas no inyectable y otros avances terapéuticos capaces de cambiar el paradigma de esta enfermedad, el experto confirma que se están investigando insulinas orales y de aplicación nasal, “pero es verdad que no han llegado todavía a buen puerto”, matiza. Bajo su punto de vista, lo que sí ha cambiado de forma radical es la calidad de vida de los pacientes gracias a la monitorización continua de la glucosa. “No necesitar picharse en los dedos para obtener una muestra para hacer la determinación de glucemia y poder, gracias al sensor, disponer en cualquier momento del día de sus niveles de glucosa ha sido un cambio revolucionario”, indica Tinahones.
La tecnología está avanzando de forma muy importante en diabetes. Para este especialista, “los microinfusores de insulina y los sensores integrados está provocando que estemos cerca del páncreas artificial con un tamaño y coste asumible”.
Las insulinas forman parte de la cotidianidad de millones de personas. Para asegurar un adecuado manejo de la enfermedad, la formación del paciente en la autogestión de sus tratamientos es vital. “Sin una educación diabetológica correcta y continuada que permita al paciente su autogestión, ni las nuevas insulinas, ni la tecnología permitiría un buen control glucémico”, comenta el experto.
El invento de la insulina trajo controversia. Frederick Banting fue quien pidió al profesor John MacLeod de la Universidad de Toronto trabajar con los perros de su laboratorio. El profesor le proporcionó además un becario, Charles Bastet. Cuando aparecieron los primeros resultados, el profesor MacLeod propuso que el bioquímico Bertram Collip se uniera al proyecto. Años después del hallazgo, Banting y MacLeod recibieron el premio Nobel por el descubrimiento. Banting creía que también lo merecía Best, y MacLeod mencionaba a Collip. Al final, repartieron el premio. Antes que ellos, el rumano Nicolae Paulesco publicó un trabajo sobre un extracto de páncreas. Por ello, reivindicó su aportación al descubrimiento. Aunque fue ignorado en su momento, posteriormente la comunidad científica reconoció su aportación.
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