La ventana
Luis Carlos Peris
Perdidos por la ruta de los belenes
Cuando hace demasiado calor, resulta inevitable encender el aire acondicionado. En esos momentos en los que las calles se convierten en un verdadero horno y no hay dónde esconderse, el frescor de una estancia aclimatada se torna en un oasis del que no queremos salir. Sin embargo, y aunque a menudo pasa desapercibido, este cambio brusco de temperatura puede hacer que nuestra salud se resienta.
En este sentido, hay que recordar que tanto las temperaturas altas como las bajas nos afectan y son determinantes en el centro termorregulador corporal, ejerciendo un efecto adverso en alguna de nuestras funciones fisiológicas e, incluso, modificando el poder de nuestras defensas ante microorganismos patógenos. Ahora bien, ¿qué ocurre cuando pasamos de los 38ºC en la calle al frescor del aire acondicionado?
El sistema inmunológico es una compleja red de células, tejidos y órganos que, en conjunto, ayudan al cuerpo a combatir infecciones y otras enfermedades. Por ello, si éste se debilita estaremos más expuestos a contraer un resfriado o, como informaba la Sociedad Española de Otorrinolaringología y Cirugía de Cabeza y Cuello (SEORL-CCC) en un comunicado del 2016, a padecer faringitis o laringitis durante la temporada estival. En dicho informe, la entidad aludía al aire acondicionado como uno de los principales detonantes de los problemas de garganta durante el verano.
¿Por qué ocurre esto? Resulta que los cambios bruscos de temperatura obligan al centro termorregulador del organismo a readaptarse continuamente para mantenerlo a una temperatura adecuada. Es decir, en torno a los 37ºC. Por lo tanto, este sobreesfuerzo llega a provocar estrés térmico, que suele traducirse en malestar general, dolores de cabeza y cansancio.
Ante estas situaciones, el sistema inmunológico debe trabajar más para mantener las bacterias y los virus a raya.
Esto no significa que no debamos utilizar el aire acondicionado, pero sí que hay que evitar ciertas costumbres en relación a él. Así, uno de los principales errores que cometen los usuarios es, precisamente, conectarlo a máxima potencia; algo que conlleva especiales riesgos a la hora de dormir.
Asimismo, hay que procurar no recibir la incidencia directa del chorro de aire frío y evitar que suponga un cambio drástico con respecto a la temperatura del ambiente. En este sentido, debería oscilar entre los 24ºC y los 26ºC.
Otro aspecto a tener en cuenta es en relación al aire acondicionado del coche, ya que está muy cerca del conductor y, después de un viaje por carretera, podría encontrarse con algún tipo de malestar de garganta. Por ese motivo es importante regular la temperatura y la intensidad, así como evitar que esté encendido durante demasiado tiempo.
Uno de los mayores riesgos para la salud en verano es la deshidratación. Por ello, para combatirla deberemos beber mucha agua y evitar la exposición prolongada al sol. Además, resulta esencial mantener una dieta saludable y equilibrada, que incluya alimentos ricos en vitaminas y nutrientes para fortalecer el sistema inmunológico, como las naranjas, los kiwis, el brócoli o las almendras, ricas en vitamina E.
También es recomendable realizar actividad física moderada, puesto que ayuda a reducir el estrés y mejora la circulación sanguínea, lo que a su vez puede aumentar la función inmunológica. Por supuesto, en este caso es muy importante evitar hacer ejercicio en las horas más calurosas del día y tomar las medidas necesarias para evitar el agotamiento por calor.
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