La ventana
Luis Carlos Peris
Perdidos por la ruta de los belenes
El aumento de días con temperaturas superiores a 35 grados está generando un "problema sanitario de primer nivel" que puede afectar a cualquier tipo de patología, si bien agudiza los eventos cardiovasculares, las trombosis y la enfermedad respiratoria, en especial en áreas urbanas con más contaminación.
En una entrevista con EFE, el presidente de la Sociedad Europea de Oncología Médica (ESMO), Andrés Cervantes, subraya que las cifras de mortalidad atribuibles al calor son "escalofriantes" y son consecuencia de la reactivación de crisis agudas en enfermedades crónicas y patologías subyacentes.
En España se registran más de 21 días al año con temperaturas muy por encima de los 35 grados y esta "nueva situación climática" puede aumentar la frecuencia de fenómenos trombóticos e impactar en la mortalidad cardiovascular, pero también con otras patologías porque "el aire está más contaminado cuando hay altas temperaturas y hay muchas enfermedades que están asociadas a la impureza del aire".
Según el último estudio del Instituto de Salud Global de Barcelona (ISGlobal), en 2023 fallecieron en Europa 47.690 personas a causa de las altas temperaturas, el año más cálido a nivel mundial y el segundo con más mortalidad por calor de la última década.
De estas 47.690 muertes, 47.312 se registraron en el periodo más caluroso: del 29 de mayo al 1 de octubre. España es de los países del sur de Europa con más tasa de mortalidad relacionada con el calor (175 muertes por millón).
"Esto no es el calor de siempre; es una situación emergente y más allá de las recomendaciones a los ciudadanos hace falta una estrategia sanitaria para proteger a la población sobre todo de ámbitos urbanos que, por las construcciones y el asfalto, se convierten en islas de calor", subraya Cervantes.
Este experto, que también es jefe del servicio de Oncología Médica del Hospital Clínico Universitario de Valencia, demanda para las ciudades áreas con arbolado o zonas con microclima, que sean más tolerantes a las altas temperaturas y amigables para la población más envejecida y vulnerable.
No considera Cervantes que los pacientes con cáncer estén en más riesgo por las altas temperaturas ya que no se trata de una enfermedad que responda a ciclos, sino que se da durante todo el año, pero sí admite que los fármacos antitumorales pueden producir alteración renal y diarrea y, con ello, deshidratación.
A los pacientes oncológicos en tratamiento, les recomienda que tengan cuidado con el golpe de calor y, para ello, les insta a evitar la exposición al sol en las horas de altas temperaturas y mantener una dieta equilibrada para facilitar la ingesta de electrolitos y de agua.
Y es que cuando hay temperaturas más elevadas hay más sudoración y pérdida de agua y los pacientes oncológicos están sometidos, muchas veces, a tratamientos que pueden afectar la función del riñón o la pérdida de electrolitos.
Por ello, insiste en la protección del calor para evitar excesiva sudoración y, sobre todo, la recuperación de esas pérdidas electrolíticas mediante la hidratación y la nutrición.
Cervantes también pone el foco en la población mayor de 65 años, ya que a partir de esa edad el riesgo a sufrir un episodio por el calor es mayor. No obstante, considera que la importancia de la hidratación, la correcta nutrición y la protección solar es recomendable a todos los individuos.
Respecto a la falta de personal sanitario en los meses de verano, Cervantes sostiene que esta situación depende de cada comunidad autónoma, pero en el caso de la oncología hay sustituciones tanto en el área de los médicos como de la enfermería a fin de mantener la atención en una patología que no es estacional.
A su juicio, la única singularidad del calor en el caso del paciente oncológico es que las altas temperaturas pueden aumentar la pérdida de líquidos y hacer potenciales los efectos tóxicos del tratamiento.
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