La llegada de nuevos antibióticos se atasca ante la aparición de resistencias
Infecciones
La industria solicita fórmulas que generen “incentivos financieros sostenibles” para los laboratorios que están trabajando en la investigación y el desarrollo de estos medicamentos
La industria farmacéutica se ha enfrentado a diversos problemas en la investigación y desarrollo de nuevos medicamentos antibióticos en las últimas décadas. De entrada es un ámbito que acusa cierta rentabilidad limitada, en comparación con otros tipos de fármacos para enfermedades crónicas, ya que generalmente son utilizados durante períodos cortos de tiempo. Además, debido al riesgo de resistencia a los antibióticos que acaban desarrollando los patógenos, se requiere un uso responsable. Estas resistencias han sido declarada por la Organización Mundial de la Salud como una de las diez principales amenazas mundiales para la salud pública a las que se enfrenta la humanidad.
Actualmente cerca de 1,3 millones de personas mueren al año en todo el mundo por infecciones causadas por bacterias resistentes a los antibióticos, lo que supone 45 muertes cada 5 minutos. Son muy pocos los medicamentos de este tipo que están en investigación y se da la circunstancia de que, a pesar de los enormes costes que implican para los sistemas sanitarios.
“El reto fundamental consiste, pues, en superar la paradoja de que, por razones sanitarias, cada nuevo antibiótico va a ser escasamente utilizado, y por eso se deben buscar nuevas fórmulas que generen incentivos financieros sostenibles para los laboratorios que están trabajando en la investigación y el desarrollo de estos medicamentos”. Así lo ha manifestado el director general de Farmaindustria, Juan Yermo, en un encuentro celebrado el pasado jueves en Madrid con representantes de la Comisión Europea, la Agencia Española de Medicamentos, compañías farmacéuticas investigadoras en este campo, pacientes y expertos en salud y economía; para avanzar en un trabajo común que haga frente de manera efectiva a esta pandemia silenciosa.
Una de estas medidas son los denominados bonos de exclusividad transferible, un tipo de incentivo recogido en la recién publicada propuesta de la Comisión Europea sobre la revisión de la legislación farmacéutica europea, y que concede a la compañía biofarmacéutica que investiga y desarrolla un nuevo antimicrobiano un bono o autorización para extender durante un año la exclusividad de comercialización de uno de sus productos en otras áreas. “La industria farmacéutica apoya este tipo de incentivos, ya que reconocen el valor que estos productos aportan a la sociedad. No obstante, consideramos fundamental que las salvaguardas, criterios y condiciones de uso que finalmente se fijen para este incentivo se diseñen de forma adecuada y resulten un estímulo atractivo para promover la investigación y desarrollo de nuevas clases de antimicrobianos”, explicó Yermo.
El encuentro contó con la participación de las dos direcciones generales de la Comisión Europea más involucradas en este ámbito, tanto la Dirección General de Salud y Seguridad Alimentaria, representada por Aleksandra Opalska, como de la Autoridad de Preparación y Respuesta ante Emergencias Sanitarias, con la participación de Damiet Onderstal. Asimismo, el coordinador del Plan Nacional frente a la Resistencia a Antibióticos de la (Aemps) Antonio López Navas, repasó algunos detalles de los planes de acción sobre reducción de uso de antibióticos que está llevando a cabo la Aemps desde el año 2014.
Beneficios y costes para los sistemas de salud
La propuesta lanzada por la Comisión Europea sobre la revisión de la legislación farmacéutica ya fue apoyada en su momento por la Federación Europea de la Industria Farmacéutica (Efpia) basándose en un estudio publicado en septiembre del pasado año que demostraba que estos incentivos pueden suponer a la larga más beneficios que costes para los Estados miembro. El estudio afirmaba que “generaría cientos de millones de euros de ahorro para los países de manera individual y proporciona una solución sostenible a largo plazo para revitalizar la cartera de antibióticos”. Uno de los países analizados en aquel informe era España, para el que se estimaban beneficios clínicos por valor de hasta 25 millones de euros, 23 millones en productividad y hasta 327 millones por trasmisiones evitadas en la próxima década.
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