Alcance de la gota en España
enfermedades
El impacto en la calidad de vida y la nula percepción social de esta patología marcan el día a día de las personas que la sufren
La gota es una forma común y dolorosa de artritis que se caracteriza por la hinchazón, el enrojecimiento, calor y rigidez en las articulaciones. El origen del problema reside en la acumulación de ácido úrico en la sangre. El ácido úrico surge por la descomposición de unas sustancias llamadas purinas presentes en todos los tejidos del cuerpo. Normalmente, el ácido úrico se disuelve en la sangre, pasa por los riñones y sale del cuerpo en la orina. Pero, a veces, el ácido úrico puede acumularse en cristales con forma de aguja. Cuando se forma en las articulaciones, es muy doloroso. Aunque puede afectar a otras articulaciones el primer ataque de gota ocurre en el dedo gordo del pie. Al comienzo, los ataques de gota mejoran en unos días pero con el paso del tiempo, los ataques duran más tiempo y suceden más frecuentemente.
El estudio de investigación La percepción de la Gota en España, realizado por Grünenthal y la Liga Reumatológica Española (LIRE), presentado el pasado mes de marzo, sacó a la luz el desconocimiento por parte de la población andaluza sobre la gota y la necesidad de crear más concienciación sobre una de las enfermedades que más ha aumentado su incidencia en países industrializados en el último siglo.
Una de las principales conclusiones del estudio es que sólo el 49,2% de los encuestados andaluces consideran que la gota tiene un efecto negativo en la calidad de vida del paciente, un porcentaje muy similar a la media nacional, estimada en 49,4%. Los canarios y los valencianos son los más concienciados sobre las consecuencias de la gota a largo plazo. En el caso de Canarias, el 57,3% de la población reconoce que influye en la pérdida de la calidad de vida y en el caso de la Comunidad Valenciana es del 56,7%. En el otro extremo están Cataluña, Navarra y La Rioja, con un porcentaje situado entre el 41% y el 42%.
Asimismo, un estudio publicado el año pasado en la Revista Española de Economía de la Salud, la mayoría de los pacientes no reciben tratamiento o cuando se prescribe, no se ajusta a estándares necesarios para conseguir la remisión de la enfermedad.
Además, la gota es una enfermedad curable, en cuanto que un tratamiento adecuado hace desaparecer sus manifestaciones clínicas y evita la aparición de secuelas. El porcentaje de pacientes que han recibido tratamiento reglado no se ha modificado en los últimos 25 años, no alcanzando la mitad de los casos globalmente y sólo superándola por escaso margen en los casos graves. Una actitud terapéutica pasiva o de "inercia clínica" (tratar los síntomas y los no mecanismos productores de la enfermedad) conlleva el riesgo de desarrollar gota grave y ésta un riesgo aumentado de muerte prematura, mayoritariamente por eventos cardiovasculares.
El análisis económico, realizado por Fernando Pérez y Agustín García, de la Universidad del País Vasco y la Universidad de Castilla-La Mancha, respectivamente, recoge que al margen de los costes que para el sistema sanitario supone el tratamiento y prevención de la gota, ésta genera otro tipo de costes indirectos, entre ellos los asociados a las pérdidas de productividad laboral. Esta aproximación la realizan los expertos en términos de estimaciones sobre la producción laboral y de tiempo de ocio del paciente y sus cuidadores, pero no existen estudios amplios realizados ad hoc para medir esta realidad en España.
"Tomando los datos indirectos de incapacidad laboral transitoria, podemos estimar además un coste laboral medio de 1.800 euros por paciente con empleo activo y año", explican los autores. En ese sentido, hacen hincapié en que se desconoce el impacto laboral de la gota en España, contrariamente a lo que ocurre en otros países de nuestro entorno.
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