La grandeza de la Copa, de la mano del infarto

Desde mi córner

No habrá posibilidad de que a bético alguno se le olvide lo que pasó su equipo en La Serena

FÚTBOL en estado puro, cafinitrina bajo la lengua, con los miocardios desbocados y el sinvivir en perfecto estado de revista. Agítese y cuando esté en condiciones de ser usado nos aparecerá un Villanovense-Betis librado en la capital de La Serena en una fría noche de los umbrales del invierno. Es la grandeza de la Copa a una sola bala, sin posibilidad alguna para la corrección de errores en una vuelta, pero qué mal rato para el bético anoche.

Puede pasar, de hecho ha pasado en innumerables ocasiones, que el superior salga con el pecho abombado en la seguridad de que ya caerá la breva. De esa manera se regala mucho tiempo a la par que se le da alas a ese inferior que a cada duelo va como si le fuera en ello la vida. Y van pasando los minutos, el inferior le va cogiendo gusto a un partido que ha afrontado con el ánimo a todo lo que da, el público apela a ese “sí se puede” con el que se intenta suplir muchas carencias.

Un eslogan como cántico a un complejo de inferioridad que va menguando paulatinamente y que se pierde cuando a la hora de juego, Isra Cano hace el gol de su vida al equipo que pudo ser el de su vida. Y ahí se hacen trizas todos los esquemas, pero el superior a esas alturas no lo es ni siquiera en apariencia, se le agolpan las urgencias para obnubilársele la sesera, desde el banquillo se toman decisiones a ver qué arreglo tiene aquello, pero el crono galopa inexorable.

Y cuando la tragedia parece consumarse surge el milagro con una carambola en el último minuto que da paso a la prórroga. Pero el afortunado gol de Abde es el pórtico para que en el descuento otra vez intervenga el marroquí para que Borja se reconcilie con el gol. La tragedia no es tal, sino una novela con final feliz para un Betis que aún anda tocándose la ropa por lo que pudo pasarle lo que a tantos suele ocurrirle en esta grandeza futbolística que es la Copa a una sola bala.

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