El desapego del bético al fútbol moderno
La Panorámica
Gran parte de la afición mostró el sábado su hartazgo y espera una reacción de su equipo mientras mantiene interiormente esa lucha por no perder la esencia ni valores tradicionales que chocan contra el marketing y el negocio
Sevilla/En este fútbol moderno y actual –reflejo de la vida misma-, el negocio prima por encima de todo lo que tenga que ver con los sentimientos de pertenencia y los valores de los aficionados al fútbol, quienes para los clubes han pasado a ser meros clientes a los que cada vez se les exprime más dentro de este mundo del balompié en el que la apariencia prima sobre la esencia.
Pero si hay algo que no ha cambiado y no cambiará jamás en el deporte rey es la capacidad del balón de reflejar en la hierba el estado de un club. Antes o después, la realidad económica y deportiva siempre acaba dando la cara, y al Betis le estalló en la última cita en La Palmera ante el Alavés, con su parroquia mostrando una alta sensación de hartazgo.
Abonos pagados en plena pandemia sin saber cuándo sería la vuelta a la normalidad, la subida de éstos, pasar por caja en partidos como el año pasado en la Conference (eliminatoria Zagreb), recientes encuestas sobre la disposición a pagar futuros palcos vips tras la terminación y reforma del actual Benito Villamarín, diferentes indumentarias donde prima el marketing con colores que nada se identifican con el Betis… Todo esto -y hasta se podrían añadir más cosas a esa lista- estaba también intrínseco en el sentir de esa protesta de gran parte del beticismo en su estadio.
Y el porqué es muy sencillo. El bético observa que después de años de suculentas ventas, de una ampliación de capital que ha terminado con el Betis de los béticos para dar paso a una concentración máxima de poder de la actual cúpula dirigente, de ganancias económicas en las competiciones europeas, de ventas de abonos, televisión y demás ingresos, la plantilla ha ido devaluándose desde aquella conquista de la Copa del Rey hasta llegar a la caída actual –por ahora, sostenida-.
Y habrá quien lo justifique, pues dentro de cualquier masa social hay opiniones de todos los gustos, pero querer tapar siempre malos momentos conque hubo otros peores en el pasado es la mayor prueba de conformismo que puede existir hacia un club de fútbol. Es la antítesis del crecimiento.
El Villamarín dio el sábado el primer aviso serio. El bético aguarda fichajes junto a una reacción de Pellegrini y sus jugadores para que su equipo reconduzca el momento actual. Las balas de la Liga y la Conference, como vías para ir a Europa, aún no están agotadas y el hincha espera resultados positivos. Guarismos con los que recuperar la ilusión ante el hastío, mientras mantiene interiormente esa lucha por no perder la esencia de antaño, de seguir viviendo el Betis con los valores tradicionales, los cuales, ahora mismo, como club, están mucho más cerca de ese fútbol moderno en el que el negocio y el marketing quieren abarcarlo todo. Es el desapego del bético.
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