Palo al derbi: el silencio obligado de la fiesta en Heliópolis

Betis - Sevilla | La contracrónica

Las quejas de los dos clubes marcan una agridulce resaca después de que el Betis no pudiera festejar con su hinchada el triunfo sobre el Sevilla

Pellegrini: "El derbi sufrió un gran daño y todo lo sucedido merece una investigación"

Lopetegui: "Podíamos no habernos presentado; la justicia no sirve para nada"

Rubiales, sobre el derbi: "Debemos volver a la cordura"

Los futbolistas del Betis posan para compartir su felicidad en un vacío Benito Villamarín.
Los futbolistas del Betis posan para compartir su felicidad en un vacío Benito Villamarín. / Antonio Pizarro

A la cuarta fue la vencida. O mejor, a la quinta. Manuel Pellegrini logró derrotar a Julen Lopetegui y les dio una enorme alegría a los miles de aficionados béticos que esperaban poder celebrar en comunión verdiblanca el esperado triunfo sobre el Sevilla. Pero la desazón de un irresponsable, llevado por la falta absoluta de educación y el exceso de euforia o de rabia contenida, cualquiera sabe, privó a muchísima gente de lo que habría sido una gran fiesta en el Benito Villamarín. Fue a la quinta porque antes del lanzamiento del tristemente famoso palito el partido quedó empatado y en la polémica reanudación, entre quejas amargas de los sevillistas por no poder contar con Joan Jordán y por el criterio seguido por los comités federativos, ganó el chileno al guipuzcoano. Ya lo merecía por su apuesta futbolística.

Canales se erigió en el artífice del triunfo, haciendo buena la mejor puesta en escena del Betis antes de la suspensión. El talento del cántabro tuvo el gran premio gordo del triunfo en un derbi único, un derbi que podría haber pasado a la historia por hechos muy positivos y que quedará ya como una fea mancilla en la historia del fútbol sevillano, mientras algunos siguen removiendo con el palito la inmundicia para que el hedor siga impregnando la rivalidad sevillana.

Merecido premio para el cántabro, quizá el futbolista que de forma más marcada ha cambiado el destino del Betis de la mano de Pellegrini. Por su personalidad, por su talento, por su calidad técnica, por su inteligencia futbolística. Cuando más apretaba el Sevilla, que había logrado equilibrar las fuerzas en este derbi interruptus, emergió con su mágica zurda para castigar la inexperiencia del portero sevillista, que se vio metido en un lío por un cúmulo de circunstancias adversas en el lado nervionense. La Copa de África, el Covid, el ambiente enrarecido... Un héroe y un villano donde en realidad hay otros muchos responsables para que el fútbol derive hacia lo corrompido. De ahí que la fiesta verdiblanca tuviera la sordina de las gradas vacías. Un solo individuo fue el ejecutor, pero muchos deberían pensar quiénes estaban detrás de un acto que, afortunadamente, quedó en susto.

Investigar si fingió Joan Jordán, en lugar de disfrutar del pase a los cuartos de final de la Copa, como se deduce de las palabras de Pellegrini y Ángel Haro, no parece que sea el camino para enderezar el rumbo. La crítica sevillista a los comités, tampoco.

Pellegrini se dirige en tono desabrido a Lopetegui al final del partido; luego hablarían más sosegados.
Pellegrini se dirige en tono desabrido a Lopetegui al final del partido; luego hablarían más sosegados. / Antonio Pizarro

El derbi jamás podrá quitarse de encima la trascendencia sociológica inherente a su dialéctica de identidades encontradas. Y en ambas aceras lo que deja este inédito duelo copero a partido único es dolor. Menos en el Betis, claro, que no pudo celebrar con su gente el triunfo sobre el Sevilla después de la hegemonía rojiblanca de los últimos años. Más en el Sevilla por perder y haberse sentido dañado al no poder contar con el futbolista que fue objeto de la agresión irresponsable producto del lanzamiento del dichoso palo.

¿Y qué culpa tienen unos y otros de que la cacareada fiesta del fútbol sevillano haya derivado en otra afrenta a la ciudad? Pues habría que investigar, ya puestos, si entre unos y otros no se pasan de rosca muchas veces en los gestos y actuaciones cuando llega el partido que llena de mariposas las barrigas. Porque la imagen del famoso derbi queda dañada y, lo que es peor, se ensucia la imagen de la ciudad que lo sustenta y alimenta, con sus pasiones e inquinas.

Con el palo se reabre el debate de las responsabilidades mientras muchos béticos pensarán por qué fueron privados de disfrutar del derbi en su estadio, una vez recuperada la normalidad en el fútbol pese a la restricción del aforo al 75%. Que ésa es otra. ¿El virus en su variante ómicron contagia solamente a partir del espectador 45.001, el que sobrepasa el límite marcado de los 45.000 que se apiñaban en los graderíos del Benito Villamarín?

El derbi, en lo meramente futbolístico, quedó plasmado en tres goles protagonizados por tres futbolistas de calidad. Ya difícilmente se recordarán los golazos del Papu y de Fekir, previos a la concatenación de hechos desde el lanzamiento del palito. Queda el consuelo de que se definió por uno de los mejores futbolistas sobre el campo y la más alta bandera del fútbol ofensivo de Pellegrini, un tal Sergio Canales. Mejor esto que seguir removiendo mierda con el palito...

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