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Un espectador en el clínic de Messi (1-4)

Betis-Barcelona | La crónica

El Betis no fue capaz de meterse nunca en el partido y se tuvo que rendir a la enésima exhibición del argentino

Los verdiblancos se vieron agobiados con la presión azulgrana y ni siquiera fueron fieles a su fútbol

Sergio Canales observa a los jugadores del Barcelona. / Antonio Pizarro

Ejercicio de impotencia del Betis ante un Barcelona que estuvo a años luz de distancia sobre el césped del Benito Villamarín. Los verdiblancos no fueron capaces de asustar siquiera a Leo Messi y compañía y, por el contrario, transmitieron la sensación siempre de ser unos espectadores en una zona privilegiada del estadio a la vista de su incapacidad para alterar, siquiera un poquito, la situación. La imagen de la escuadra de Quique Setién fue triste, muy triste, tanto en lo táctico como en lo anímico.

Porque este Betis está capacitado para mantener el pulso mucho más arriba contra adversarios de este fuste. Es evidente que ningún partido es igual que otro, pero no hay más que acudir al disco duro más reciente para traer el recuerdo de aquel 3-4 en el Camp Nou. Y entre eso y lo que se vio sobre la pradera heliopolitano media no un mundo sino tal vez una galaxia entera.

El Betis sí afrontó la pelea, tal vez, con las mismas ideas. Intentaba presionar muy arriba para impedir la salida de los azulgrana desde atrás y lo hacía con emparejamientos de uno contra uno en los elementos que estaban más próximos a Ter Stegen. Es decir, la intención era idéntica, cortocircuitar la salida con el balón del actual líder de LaLiga para tratar de desconectar de esa manera tanto a Messi como a Luis Suárez.

Loable intención tanto de Setién como de su ayudante Éder Sarabia. El problema es que los rivales también estudian las debilidades verdiblancas y Valverde ya tenía perfectamente trazado un plan para impedir que se dieran las mismas circunstancias. Y hay dos caminos para que se produjera una vía de agua en el Betis. La primera, tiene que ver con lo sobrenatural, con ese Messi que es capaz de darle vuelta a todo con un simple lanzamiento de falta, imparable aunque sea al palo que debe proteger el guardameta y también aunque éste sea uno de los integrantes de la selección española.

La segunda sí es algo más táctica y, por tanto, igual y la podrían haber contrarrestado desde el banquillo bético con algún movimiento de las piezas. Valverde tiene muy claro cómo superar esas presiones adelantadas de los equipos rivales cuando éstos protegen todos los posibles destinatarios de los pases con un posicionamiento tan adelantado. Para ello, dispone de un guardameta, Ter Stegen, que tiene más calidad en sus pies que muchísimos de los futbolistas de campo y es capaz de ejercer de quarterback, mariscal lo traducen los expertos en ese juego tan norteamericano. Y la consigna para el alemán era buscar balones en largo ante las rupturas de Luis Suárez y, particularmente, de Jordi Alba, que buscó con contumacia el costado que defendía Joaquín.

Eran los métodos ante los que el Betis hizo aguas por todos los lados, pues el Barcelona salía de atrás con rapidez e incluso era capaz de originar incendios rápidos en las cercanías de Pau López. Y hay, además, un problema que sí es más endógeno y que tiene que ver con los numerosos errores de los anfitriones al darle salida a la pelota. La escuadra de Setién, tan cuidadora siempre del esférico, lo perdía en muchas ocasiones y, además, lo hacía en zona de riesgo máximo para su integridad. Particularmente negados estuvieron en ese sentido tanto Mandi como William Carvalho y también Bartra acabaría uniéndose a los desaciertos en los pases.

Esto, lógicamente, no podía conducir a nada bueno, ya que el Betis era incapaz de manejarse con el fútbol al que está habituado. Y fue así a pesar de que Setién no alteró nada en los planteamientos de partida. Tres centrales; Joaquín y Tello en los costados para tratar de hacer más daño en detrimento de la protección; William Carvalho acompañado de Guardado para desahogar; y un trío con Canales, Jesé y Lo Celso en el que el más adelantado, como falso nueve, era el argentino.

Con esos futbolistas el litigio arrancó equilibrado, aunque esa igualdad durara demasiado poco. Incluso, Jesé tuvo una buena ocasión en un precioso pase de Guardado, que había llegado a un cambio de juego de Joaquín tratando de evitar el posicionamiento defensivo del Barcelona. Pero no acertó el canario y sí llegaría el primer gol pronto, demasiado tal vez.

Bastó con una falta en la frontal para que Messi pusiera la pelota un metro y medio más atrás sin que nadie del Betis estuviera listo para pedirle a De Burgos Bengoetxea la posición exacta del derribo de Canales. Pau López, todo el Betis, pensó en que el argentino eludiría la barrera, incluso puso en el césped a un peón para proteger el engaño por debajo de la barrera. Pero no, Messi tenía previsto que su exhibición arrancaría con un misil perfecto al palo del cancerbero catalán. Dio la sensación de ser imparable, aunque esto nunca se sepa cuando la falta entra por el lado que deben proteger los guardametas.

Cero a uno y ahí empezó a derrumbarse todo el edificio que había planteado Setién. Porque el Betis ya no sería capaz de reengancharse a la pelea jamás y fue un quiero y no puedo a pesar de los intentos de Tello por su banda. Un par de veces sí pudo asustar el catalán a sus ex compañeros, pero entonces no hubo un remate a gol y el Barcelona, en cambio, sí comenzó a avisar. Luis Suárez llegaría a fallar un gol clarísimo después de un fenomenal pase de Ter Stegen a Jordi Alba. Perdonaron los azulgrana ahí, pero no la siguiente vez que recuperaron en las zonas de riesgo, exactamente antes del descanso. Luis Suárez habilitó a Messi con un taconazo brillante y el Betis se fue cero a dos al intermedio.

En esos momentos nadie apostaba ya lo mínimo por una reacción de los hombres de Setién y lo peor de todos es que ni ellos mismos fueron capaces de rebelarse contra las circunstancias. Las situaciones de uno contra uno comenzaron a prodigarse hasta que Luis Suárez sí acertó con Bartra por los suelos. Ya comenzaba a ser cruel y ni siquiera el gol de Loren pudo variar la tendencia, dado que Messi volvió a marcar otro con una picadita propia de los seres de otro planeta, de los privilegiados. El Benito Villamarín rompió a aplaudir al crack; los jugadores no lo hicieron por decencia, pero hacía mucho tiempo que asistían al espéctaculo desde el propio césped.

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